El número dos de la curia romana y el designado canciller confirmaron una campaña diplomática mientras nuevas protestas en países islámicos.
Mientras siguen surgiendo gestos de protesta en países musulmanes contra un polémico discurso que dio recientemente el papa Benedicto XVI en Alemania, los responsables de las relaciones exteriores de la curia romana intensificaron los esfuerzos para explicar la posición del máximo jefe de la Iglesia católica con respecto al Islam y confirmaron que el Vaticano lanzó una iniciativa diplomática.
El secretario de Estado y número dos del Vaticano, cardenal Tarcisio Bertone, dijo que ya le encargaron a los nuncios (embajadores) "en los países mulmanes" que presenten aclaraciones ante las autoridades religiosas y políticas y hagan "conocer el texto del Santo Padre para destacar los elementos ignorados hasta ahora".
Por su parte, el arzobispo Dominique Mamberti, designado secretario de Relaciones con los Estados, afirmó que, desde que asuma, una de sus prioridades será potenciar el diálogo con el mundo musulmán. E insistió en que la polémica sobre el discurso del papa obedece a una "lectura apresurada" de una parte del mismo.
La idea de que las protestas se deben a una lectura parcial de la lección de teología que brindó la semana pasada en la Universidad de Ratisbona ya había sido esbozada ayer por Benedicto XVI y, antes, por el Vaticano. Para los críticos, en esa oportunidad el Papa vinculó al Islam con la violencia.
Sus declaraciones provocaron una marea creciente de reacciones, que incluyeron las del rey de Marruecos y los gobiernos de Egipto, Yemen, Malasia y otras naciones islámicas, y la peor crisis en muchos años entre un Papa y los musulmanes.
Hoy, mientras la rama iraquí Al Qaida respondió al Papa a través de Internet con una nueva promesa de continuar la Yihad (guerra santa) hasta "la derrota" de Occidente, unos 500 manifestantes quemaron una imagen de Benedicto XVI y banderas estadounidenses y alemanas en la ciudad de Basora. También hubo protestas en India e Indonesia.
Ante las amenazas de grupos integristas, fueron incrementadas las medidas de seguridad en el Vaticano y, especialmente, en la plaza de San Pedro, aunque, según la policía italiana, de forma discreta para no complicar a fieles y turistas.