El genial músico argentino mostró en Luján su nueva imagen, más lenta y serena, pero con el magnetismo que desde hace más de 30 años es ícono del rock nacional
Por Adrián Taccone (desde Luján)
Fueron ocho meses de expectativas, pendientes de su estado de salud, de si estaba bien, de cómo respondía a los medicamentos, a la internación y a su unión con "Palito" Ortega, una especie de mecenas en estos tiempos que corren.
Se decía que estaba más gordo, que se había adaptado a las nuevas terapias, a su vida "en retiro" y estaba componiendo y volviendo a tocar.
Sólo eran "pequeñas noticias" las que llegaban desde Luján al mundo exterior y en esas informaciones fueron abriendo una esperanza entre sus seguidores y entre todos aquellos que quieren a Charly porque fueron parte de su crecimiento personal.
El regreso tenía que ser "a lo Charly", con el halo caótico que suele generar, con sus pequeñas grandes improvisaciones y ese magnetismo que siempre genera, en las buenas y en las malas.
La Plaza Belgrano, frente a la Basílica de Luján, fue el lugar elegido para el regreso del ícono máximo del rock nacional, y un puñado de fanáticos hicieron los kilómetros que debían para ver a un Charly algo más hinchado, con panza y movimientos lentos, pero nada importó con tal de verlo en vivo y en directo.
El bigote bicolor sigue siendo su marca registrada y la manera en que la banda que lo acompaña ejecuta sus temas también.
Se mostró feliz, con una sonrisa cómplice, con la arenga de siempre, pero con menos energía, aunque mostrando que las ganas están intactas y la recuperación es una realidad.
Es lindo saber que un ídolo popular como él -quien en alguna ocasión dijo que quería ser como Diego Maradona en el proceso para salir de su adicción a las drogas- se "puso las pilas", y muestra una imagen que se aleja de esos momentos de caos y locura.
Bienvenido Charly, te estábamos esperando.