El cronograma electoral ahora se mueve según la necesidad de quien gobierna. Desde 1983 a 2001 nunca se cambió una Legislativa. De 2003 en adelante, el aquelarre
Por Roberto Aguirre Blanco
Viernes 13, un buen día para una noticia que vuelve a golpear el sentido común que debe regir a una sociedad política organizada. Hecha la ley, hecha la trampa.
La Ley electoral es clara y siempre desde la llegada de la Democracia fue respetada sin problemas en las elecciones Legislativas, donde las reglas de juego claras de un proceso de comicios es una esencia fundamental de este Estado de Derecho.
Hasta 2001 hubo seis elecciones legislativas nacionales puras, sin competencia presidencial de por medio, sin que se modificaran los tiempos preestablecidos por la norma que rige el acto electoral.
Fueron también, muchos de ellos, años de grandes inconvenientes económicos, con crisis profundas y ataques al sistema democrático, pero nadie pensó en no respetar la ley y colocar el interés particular por sobre el del pueblo en general.
Allí ganó el oficialismo del momento (1985, 1991, 1993) y también ganó la oposición (1987, 1997 y 2001) en un juego claro de Democracia, en tiempo y forma.
Sin embargo, a partir de la llegada de Eduardo Duhalde al poder en 2002, al año siguiente se vivió el peor manejo institucional de un acto eleccionario con un cronograma nacional dividido en decenas de actos comiciales, para permitir una conveniencia para el oficialismo de turno.
En 2005, quizás por la seguridad de un triunfo aplastante, el kirchnerismo respeto los tiempos, pero poco hizo para ordenar los comicios en 2007 donde alentó una división de fechas en distritos claves para apuntalar su proyecto político. Más de lo viejo y lo peor de la política.
El mal cunde y para el 2009 todos arman sus propias estrategias para burlarse de los tiempos lógicos que la sociedad necesita para votar, y luego se llenan la boca defendiendo la opción popular.
A pesar de la crisis profunda del mundo, de la cual la presidenta Kirchner se escudó para justificar su decisión, nadie ha pensado en adelantar los tiempos electorales en esos países con democracias desarrolladas.
En 25 años de Democracia hubo dos hitos, poco felices, en adelantamientos de fechas de elecciones: uno fue en la presidencial de 1989 que estuvo enmarcada por la hiperinflación y con un resultado que se resolvió a siete meses de la fecha original de entrega del poder.
En tanto, en 2003, se produjo el peor ejemplo, hubo una elección para presidente en mayo con entrega de poder dos semanas después y una legislativa y comicios locales y provinciales que se extendieron en seis meses, con votaciones cada mes.
Desde ese despropósito los defensores de los cambios en la “nueva política” poco hicieron para frenar este aluvión de “se vota cuando mejor nos convenga”.
Los ciudadanos, que hacen la verdadera Democracia, bien, gracias.