El nuevo filme de Woody Allen no cumple con las expectativas que suele despertar su director ni su elenco: Scarlett Johansson, Javier Bardem, Penélope Cruz y Rebecca Hall
Por Sebastián Martínez
Se sabe que la magnitud de las decepciones depende en gran medida del tamaño de las expectativas. Y con Woody Allen siempre tendremos ese problema. El dilema que nos presenta un creador que ha sabido ser talentoso como humorista y genial como retratista del alma humana, pero que no ha logrado construir una obra del todo pareja.
Su irregularidad es atendible: en los últimos 42 años ha filmado 36 películas. Es posible que su ambición por ser prolífico haya jugado en contra de la excelencia de su obra global. Pero debe reconocerse, por otra parte, que de esas tres decenas y media de filmes, hay por lo menos diez que han hecho historia. Bueno, no es el caso de "Vicky Cristina Barcelona".
Ésta es la historia de dos turistas estadounidenses que llegan a Barcelona para pasar el verano. Vicky (Rebecca Hall) trabaja en una tesis sobre la identidad catalana basada en su devoción por la obra de Antoni Gaudí y se ha tomado unas últimas vacaciones de soltera, antes de casarse con su poco romántico novio en Nueva York. Cristina (Scarlett Johansson), por su parte, es un alma inquieta y algo depresiva, que tiene inquietudes artísticas con tendencias hacia la poesía y la fotografía y está, por decirlo de algún modo, buscando su destino.
A poco de llegar a la ciudad condal, las neoyorquinas conocen a Juan Antonio (Javier Bardem), un bohemio artista plástico que las invita a "hacer el amor" en la primera charla y que termina conquistando a ambas de formas muy distintas. De algún modo (que no vale la pena adelantar), las cosas se terminan encarrilando, hasta que hace su irrupción en escena María Elena (Penélope Cruz), la ex esposa de Juan Antonio, quien reparte su vida entre los intentos de homicidio, los intentos de suicidio y el arte.
Habrá entonces peleas, poligamia, insatisfacción, algo de lesbianismo y un variado menú de preguntas sobre el sentido del amor. Es decir, pasa de todo. Y, sin embargo, nada logra conmovernos demasiado. No es culpa de los actores: Johansson y Bardem están correctos, y hasta se podría decir que Hall y Cruz están muy bien en lo suyo. El problema no es ése. El problema quizás sea que "Vicky Cristina Barcelona" es una película agradable pero sin encanto, bienintencionada pero sin potencia, inteligente pero sin profundidad.
Tal vez el hecho de saber que Woody Allen ha podido ser genial, nos condiciona demasiado a la hora de ver una película como "Vicky Cristina Barcelona". Y si a eso le sumamos que en el elenco hay tres mujeres hermosas y talentosas, y uno de los actores con mayor prestancia del cine mundial, las expectativas del espectador en el momento de sentarse en la butaca se vuelven incontrolables.
Y por ello es mucho mayor la decepción cuando vemos que todo lo que ocurre en la pantalla está a medio camino entre lo desangelado y lo caprichoso. Cuando abandonó Manhattan para desarrollar su trabajo en Londres, Woody Allen alternó muy buenas ("Match Point"), buenas ("El sueño de Casandra") y regulares ("Scoop"). Ahora mudado a España con "Vicky Cristina Barcelona", su producción europea ha descendido un escaloncito más. El Mediterráneo no le sienta bien a este hijo genial de Nueva York.