El Gobierno de ese país cayó arrastrado por la crisis económica global. Fue azafata, está casada con una periodista y es una de las políticas más populares
El mundo está a un paso de tener la primera mandataria declarada abiertamente homosexual.
Es que la crisis económica global no sólo produjo la primera caída de un gobierno sino que está por darle al mundo su primer mandatario homosexual, mandataria en realidad.
Se trata de la bella Johanna Sigurdardottir, una ex azafata, que se espera sea proclamada como Primera Ministra de Islandia hacia el final de la semana.
El Gobierno de Islandia colapsó el lunes pasado junto con su moneda y sistema bancario, arrastrado por la crisis financiera.
Ante los incesantes pedidos de renuncia, el premier Geir Haarde presentó su dimisión y la de su equipo.
Por eso, el partido Alianza Demócrata y Social, el mismo al que pertenece Johanna Sigurdardottir, recibió el pedido de armar un nuevo gobierno en Islandia.
Pero debido a que su titular se encuentra de licencia médica por un tumor benigno, esta prestigiosa política se convirtió en la sucesora para ocupar el puesto.
"Inesperada pero brillante", según publicó el diario The Independent, "Santa Johanna", como le dicen a Sigurdardottir, tiene credenciales suficientes como para convertirse en la próxima premier de Islandia.
Sigurdardottir, de 66 años, es conocida en su país por ser una apasionada defensora de los derechos de los homosexuales y por haber estado al mando en los últimos diez años del Ministerio de Asuntos Sociales. Está casada desde hace casi siete con Jonina Leosdottir, una periodista de bajo perfil que ahora está en el centro de la escena por ser "candidata" a primera dama.
Sigurdardottir es famosa en toda la isla desde hace más de tres décadas. En 1978 desembarcó en la política al ser electa legisladora del Parlamento nacional.
Nueve años después obtuvo su primer cargo ministerial. Y ahora está por alcanzar el pico de su carrera. Será la primera ministra de un gobierno formado por su partido y los Verdes de Izquierda.
Y aunque su mandato será breve –unos 90 días- hasta que convoque a elecciones, nadie descarta en Islandia que pueda ser electa también por el pueblo en los próximos comicios.
Es que es una de las políticas con mayor índice de popularidad de su país: tiene la aprobación del 73 por ciento de los ciudadanos.