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"La duda": dos actores como Dios manda y rumbo al Oscar
Con enormes actuaciones de Philip Seymour Hoffman y Meryl Streep, el filme trata sobre un sacerdote sospechado de abuso sexual en un colegio católico de Nueva York
13 de enero de 2009
Por Sebastián Martínez

Por lo general, cuando comienzan a circular rumores sobre la posible nominación de una película para los premios Oscar, la reacción del crítico entrenado es empezar a dudar de sus méritos.

Se trata, quizás, de una natural reacción ante la cuantiosa nómina de desaguisados que los miembros de la Academia han perpetrado a lo largo de su historia, premiando obras completamente olvidables y relegando una importante cantidad de filmes excepcionales.

Por eso, en el momento en que se empezó a hablar de la posibilidad de que la película "La duda" fuera una de las favoritas a la hora de repartir las estatuillas, una serie de prejuicios y reparos en su contra surgieron en forma espontánea en las huestes de cinéfilos de probada experiencia.

Pero lo cierto es que, en el reparto de Globos de Oro (la antesala de los Oscar), a "La duda" no le fue bien. Y es posible que la sequía de estatuillas se repita en febrero próximo, cuando se repartan los Oscar en Los Ángeles.

Y es una pena. Porque "La duda" es una película que merece algún reconocimiento. Para empezar, un reconocimiento a esos dos enormes actores que la protagonizan: Meryl Streep y Philip Seymour Hoffman. Y también algún reconocimiento por animarse a contar, desde Hollywood, una historia en la que la violencia o el amor edulcorado (los dos grandes protagonistas del cine actual) no aparecen, o al menos aparecen en formas más densas y menos obvias que en la mayor parte de las películas que nos llegan desde el Norte.

"La duda" está basada en una obra de teatro homónima, escrita por John Patrick Shanley, quien ahora se dio el gusto de escribir el guión cinematográfico y de dirigir la película. El conflicto tiene lugar en 1964 dentro de un colegio católico de Nueva York, al que asisten mayoritariamente alumnos de familias irlandesas o italianas. Y un día eso cambia: un niño de familia negra se inscribe en el colegio, con la consecuente carga de discriminación que conlleva entre los crueles adolescentes de todas las latitudes.

La escuela es llevada con mano de hierro por la hermana Aloyssius Beauvier (Meryl Streep), quien basa su filosofía académica en el terror y la vigilancia. Esta metodología encuentra cierta tímida resistencia en la hermana James (Amy Adams), quien se siente tironeada entre su aproximación más amable y moderada hacia los alumnos y una rara admiración por la mandamás del colegio. Pero el verdadero dilema de la película se desata en torno a un tercer personaje: el padre Brendan Flynn (Philip Seymour Hoffman), quien es adorado por la comunidad local, tiene un carisma enorme, forma parte de una camada de sacerdotes que cree en la modernización de la Iglesia y se anima a hablar de chicas con los alumnos.

La cuestión está clara. La hermana Aloyssius representa un conjunto de valores atrasados y escalofriantes. El padre Flynn representa la sana renovación del sacerdocio, de cara a las necesidades reales de la gente. Y en medio de ellos, la hermana James es la ingenua monja que quiere vivir en un mundo sin conflictos. Sin embargo, la principal habilidad de John Patrick Shanley es invertir los polos de la tensión dramática, una vez que el espectador ha logrado identificarse con el "cura bueno" y maldecir a la "monja mala".

¿Cómo lo logra? A través del personaje del alumno afroamericano. El asunto es que el padre Flynn empieza a prestarle demasiada atención. Algunos dicen que es porque el niño está viviendo un momento difícil y requiere contención. Pero la hermana Aloyssius se convencerá (aparentemente más allá de toda duda) de que el sacerdote ha seducido al pequeño con la intención de mantener con él lo que llama "relaciones impropias". La duda sobre si esta horrenda acusación tiene o no sustento será, entonces, la columna vertebral de la película.

Está claro que una película de este tipo no hubiese sido fácil de llevar adelante (y menos con figuras de la talla de Streep y Hoffman) si no fuese porque los Estados Unidos se vieron sacudidos en la última década por una serie de casos de abuso sexual contra menores protagonizados por miembros de la Iglesia Católica. Sólo en medio de ese caldo de cultivo Hollywood se ha animado a poner a un sacerdote carismático en el foco de una serie de sospechas que pegan de lleno en la médula del catolicismo o, mejor dicho, de la tarea pastoral de los representantes del Dios católico.

El primer acierto de "La duda" es que lo hace sin maniqueismos, colocando en el vértice argumental del asunto la incertidumbre. El segundo acierto es la elección del elenco. No llama a nadie la atención que Meryl Streep y el enorme Hoffman se destaquen al punto de cargarse la película al hombro. Lo que sí hay que destacar es que Amy Adams no desentona y da la talla entre los dos "monstruos" que le han colocado a ambos lados.

Por ello, cuando el próximo 22 de febrero la Academia anuncie que "La duda", su director o sus intérpretes suban al estrado para agradecer una estatuilla, los críticos deberán conceder que, esta vez, el tamaño de sus desaciertos no ha sido tan catastrófico.