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3 de diciembre de 2024
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Murió Pío Laghi, nuncio apostólico durante la Dictadura
Estuvo en la Argentina cuatro años desde 1976. Se lo acusó de apañar la violación de Derechos Humanos
11 de enero de 2009
Por Roberto Aguirre Blanco

A sólo dos días de cumplirse 30 años de un hecho en el cual fue pieza clave, el ex Nuncio Apóstolico de la Argentina Pío Laghi falleció a los 85 años en un hospital romano.

El cardenal Laghi fue durante cuatro años (1976/1980) nuncio apostólico en la Argentina de la dictadura militar y por esa gestión familiares de desaparecidos lo han acusado muchas veces de complicidad con el régimen que secuestró, torturó y asesinó a miles de argentinos.

Como contracara a esa acusación, el hombre de la Iglesia tuvo una acción de mucha rapidez política para gestionar urgentemente una mediación papal en diciembre de 1978, cuando el conflicto entre Argentina y Chile por el Canal de Beagle ya estaba a punto de desembocar en una guerra entre ambos países.

En medio de los preparativos de combate que impulsaban las dos dictaduras militares que gobernaban ambos países, el Nuncio, quien siguió muy de cerca todas las frustradas negociaciones, aceleró el envio de un mediador que llegó a Buenos Aires el 26 de diciembre de 1978.

Fue el recordado Cardenal Antonio Samoré gestor de una tregua bélica y el impulsor de la firma del acuerdo de medicación papal para el conflicto limítrofe, que se suscribió en Montevideo, el 8 de enero de 1979.

La llamada “Acta de Montevideo” congeló las ambiciones belicistas de la Junta Militar de Argentina y de los deseos de ser invadidos para rusticar una contra ofensiva de la Dictadura de Augusto Pinochet.

Si bien Laghi estuvo al tanto de todos los movimientos un inesperado llamado del ex presidente Jorge Rafael Videla, la tarde del viernes 15 de diciembre de 1979 lo hizo trabajar contra reloj para evitar una guerra que ya estaba pactada con hora y fecha.

Ese día, según ya contó Asteriscos Tv en una nota anterior, Videla firmó el decreto secreto de inicio de operaciones en la zona del Canal de Beagle que incluía la toma de las tres islas en litigio (Picton, Nueva y Lennox), que un laudo arbitral británico otorgó a Chile en 1977.

El dictador Videla quien tenía a Laghi casi como su confesor personal, lo llamó por decisión propia y le contó de esta novedad avisándole que el 20 de diciembre –cinco días después de la firma del decreto—era el “Día D”.

Fue un acto de pedido de auxilio del militar quien no compartía en un 100 por ciento la decisión que si impulsaban la Armada en su totalidad y varios jefes del Ejército con sueños mesiánicos como Benjamín Menéndez, José Antonio Vaquero y Guillermo Suárez Mason.

Este hecho también desnudó las feroces internas por el poder que se tejían en el seno de la Junta Militar con Eduardo Massera como principal ideólogo.

Pío Laghi no perdió tiempo y ese mismo día se comunicó urgente con el Papa Juan Pablo II, que hacia un mes había asumido tras la misteriosa muerte de su antecesor, Juan Pablo I.

El Papa no se podía permitir una guerra entre dos países católicos a pocos días de su asunción y escuchó con atención el pedido de su embajador en Argentina para inmediatamente decidir enviar a uno de sus asesores más experimentados con el resultado conocido.

El original Día D del 20 de diciembre se postergó por razxones climáticas, hecho que le otorgó dos días más a Laghi para convencer a la Junta Militar de parar las acciones.

Esto se produjó en el límite del nuevo día elegido, el 22 de dieimbre, cuando un fax del Vaticano frenó las operaciones, que en algunos casos ya había coemnzado con la invasión del territorio chileno, especialemente en Mendoza y Neuquén.

Tras estos eventos, el cardenal fue enviado por el Papa como pronuncio a Estados Unidos y allí se hizo muy amigo de la familia Bush.

Sin embargo en 2003, el Papa Juan Pablo II lo envió como su representante personal a entrevistarse con el presidente George W. Bush y convencerlo de la necesidad de evitar la guerra contra Irak, en una gestión que fue inutil.

El tenis, deporte que amaba, fue el nexo más común con el dictador Massera, con quien compartió muchos partidos en sus años en Argentina. A pesar de esa cercana relación, siempre negó amistad con el represor. La historia dice otra cosa.