El polémico Cheney consideró que el "submarino" es "notablemente exitoso". Admitió que él mismo impulsó su utilización con presuntos terroristas
Ya no quedan dudas de que el gobierno de George Bush se va de la peor manera.
El vicepresidente saliente de Estados Unidos, Dick Cheney, defendió ahora la utilización de la técnica del "submarino" como método de tortura para presuntos terroristas y reveló que él mismo dio la luz verde a su utilización.
Durante una entrevista con la cadena estadounidense ABC, opinó que la cuestionada técnica del "waterboardering" –que consiste en simular el ahogamiento del prisionero mediante su inmersión en agua- fue "notablemente exitosa" y que "los resultados hablan por sí solos".
El gobierno de George W. Bush desarrolló en el marco de su campaña por "lucha contra el terrorismo", tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, un programa secreto de detención e interrogatorio que, a diferencia de los militares, permite a los servicios secretos usar métodos infrahumanos durante el interrogatorio de sospechosos de actos de terrorismo.
El "submarino" es una técnica de ahogamiento simulado que los grupos de derechos humanos denuncian como una práctica de tortura.
A principios de este año, el cuestionado método fue avalado expresamente por el gobierno de Bush, cuando la Casa Blanca vetó la decisión del Senado estadounidense de prohibir ciertos métodos de tortura, entre los que se encontraba el "submarino".
El mandatario –que dejará su cargo el próximo 20 de enero- defendió también la idea de mantener abierta indefinidamente la prisión de Guantánamo, ubicada en territorio cubano. Y, ante una pregunta sobre su posible cierre, contestó que su fin "llegaría con el fin de la guerra contra el terror".
También opinó que cuándo será el fin de la lucha contra el terrorismo es algo que "nadie sabe". Y dijo que "en las guerras anteriores" siempre se ejerció "el derecho a capturar a los enemigos y retenerlos hasta el fin del conflicto".
"La alternativa es entregarlos a otros, (pero) a muchos de ellos nadie los quiere. En muchos de los países de origen hay renuencia a recibirlos nuevamente", afirmó el vicepresidente.