En la última vuelta del Gran Premio de Brasil se decidió el campeón de la F1. Lewis Hamilton ganó el título. El campeón más joven de la historia. Suspenso al estilo Hitchcock
Por Roberto Aguirre Blanco
Vértigo. El inglés Lewis Hamilton entró a la última vuelta del Gran premio de Brasil corrido en San Pablo como un virtual derrotado, mientras el ganador de la competencia, el local Felipe Massa, ya recorría los últimos metros que lo podían consagrar como nuevo campeón mundial.
Como en una típica película del maestro del suspenso, Alfred Hitchcock, esos últimos tres kilómetros de carrera demostraron la emotividad y la tensión que se vivió en esta peleada temporada 2008 de la máxima categoría.
Bajo la lluvia, la carrera tuvo un sinfín de emociones y alternativas. Una inalterable fue el dominio absoluto de la Ferrari de Massa que tras ganar la prueba de clasificación picó en punta y lideró toda la carera.
La estrategia era clara: para descontar los siete puntos que separan al brasileño de Hamilton antes del inicio de la competencia había que ganar y esperar los errores que cometería el benjamín piloto, tan afín a perder el control bajo presión.
Y así fue. Massa voló como los pájaros y dejó tras de si toda la pelea para sus rivales de pista y del campeonato. Hamilton tuvo claro desde el principio en no caer en la trampa de sus nervios, y apostó a sumar puntos, en un trazado que pasó de piso mojado a seco y luego húmedo nuevamente.
Llegó a estar cuarto y luego bajó al quinto lugar desde donde sumaba las suficientes unidades para alcanzar la ansiada corona que ya en 2007, en este mismo circuito donde se le escabulló de la testa en 2007 cuando abandonó tras un error de manejo, producto de su ansiedad.
Evitando no pensar en las “maldades” de los periodistas del CQC brasileño, que en su afán de apoyar a Massa le tiraron sobre el Mc Laren un gato negro en los días previos, Hamilton intentó tener la cabeza fría.
Los periodistas conocedores de lo cabulero que es el inglés también intentaron regalarle a Hamilton la camiseta del equipo de fútbol carioca Vasco da Gama, club famoso en Brasil por perder muchas finales.
El británico se olvidó de todo y sin querer tener la soga al cuello, se concentró en hacer bien las cosas mientras Massa era una aplanadora.
La psicosis llegaría en las dos últimas vueltas cuando el acoso del alemán Sebastian Vettel, con un Toro Roso, tuvo el mérito de superar a Hamilton y dejarlo sexto, un lugar donde sumaba solo tres unidades y que provocaba el empate en el primer lugar con Massa, quien tenía ventaja por más triunfos en la temporada.
Más de 45 mil brasileños deliraban en el tramo final de la carrera y eran testigos de la victoria del hombre que heredaba los títulos ganados por Emerson Fittipaldi, Nelson Piquet y Ayrton Senna para el país sudamericano.
La vía de comunicación de Ferrari con Massa daba la buena nueva: “¡Sos el campeón!” y de esa manera ingresó al último giro de una carrera que tenía mas trama para relatar.
Con superioridad, Massa cruzó la meta y festejó el título que le perteneció por 32 segundos, el tiempo que tardó Hamilton en recorrer también los últimos tramos del circuito.
Allí se encontró, en la última curva, como un regalo, la novedad del abandono del cuarto, el Toyota de Timo Glock, que lo hizo quedarse con el quinto lugar y abrazar el ansiado título mundial.
En el final, quizás por la emoción, el box de Massa, estalló en festejos cuando terminó Hamilton, sin haber visto el abandono de Glock, convencidos de la gloria del piloto de Ferari. Al instante, los abrazos mutaron rápidamente en desazón.
Las imágenes de la televisión mostraron los rostros de ambos protagonistas llorando, uno de desconsuelo (Massa), y otro de infinita alegría (Hamilton) por alcanzar la corona por un punto y ser el campeón más joven de la historia de la F1.
Un final tremendo y lleno de frenesí, que ni el mismo maestro del cine de suspenso habría imaginado mejor. Hamilton el primer piloto de color campeón de la Fórmula 1.Una historia inolvidable.