Basada en uno de los robos de boqueteros más famosos de la historia mundial, este filme británico mezcla política, sexo y alta política en dosis igualmente atractivas
En septiembre de 1971, la sociedad británica amaneció sorprendida ante uno de los robos bancarios más fructíferos y mejor planificados de la historia de la criminalidad mundial. La bóveda de una sucursal del Lloyd’s Bank en el centro de Londres había sido saqueada por una banda de boqueteros que se llevaron del lugar un monto nunca determinado de dinero, joyas y documentos.
La cifra oficial rondaba las 500 mil libras, pero las estimaciones extraoficiales (que tomaban en cuenta aquellas posesiones que los titulares de las cajas de seguridad nunca quisieron revelar) hablaban de más de 4 millones, es decir casi 7 millones de dólares.
Pero más allá de la espectacularidad del golpe, lo más llamativo del caso es que nunca fue esclarecido y que a su alrededor comenzaron a tejerse todo tipo de hipótesis que hablaban, incluso, de una operación de encubrimiento por parte del gobierno británico.
Justamente, ésa es la línea que retoma, a más de tres décadas, el filme “El gran golpe”, que no sólo se presenta como una atractiva película sobre ladrones de bancos, sino como el resultado de un trabajo casi periodístico de investigación que se propone dar a conocer, por primera vez, la verdad sobre lo que en Inglaterra se conoce como “El gran robo de Baker Street”. Algo similar a lo que Oliver Stone hizo en su momento con “JFK”: un filme y, al mismo tiempo, una hipótesis histórica sobre la trama oculta detrás de un hecho real.
¿Y cuál es esa hipótesis? Bueno, no es sencillo de resumir y, sin embargo, en el filme se entiende perfectamente. Digamos para empezar que el cerebro detrás de ese multimillonario robo a las cajas de seguridad no era un virtuoso ladrón, sino el propio gobierno de Gran Bretaña a través de una operación encubierta. ¿Y qué interés podía tener el poder británico en robar un banco? Aquí se entremezcla el poder, el sexo, el dinero y el delito.
Vamos desde el comienzo. La historia que propone “El gran golpe” empieza un año antes del robo y en el Caribe. Allí está veraneando la princesa Margaret (que no es, desde ya, el nombre verdadero del personaje en cuestión). Y, aparentemente, sabiéndose lejos de los paparazzi de la prensa local, se entrega con libertad a todo tipo de prácticas sexuales.
Sin embargo, una serie de fotografías comprometedoras de esta dama de noble cuna llegan a manos de un activista por los derechos de los afroamericanos llamado Michael X (en este caso el nombre sí es real), quien era en su momento bastante amigo de John Lennon y Yoko Ono. En fin, ése es un detalle. Lo importante es que, según esta película de Roger Donaldson, Michael X utiliza las fotos de la princesa Margaret para conseguir inmunidad legal y chantajear a la Corona.
Para eliminar la evidencia y sacarse de encima al fastidioso líder de los derechos civiles, el gobierno inglés contacta a una mujer en problemas de drogas (la bella Saffron Burrows) para que organice un robo al banco donde Michael X guarda las fotografías. La chica, a su vez, convoca sin muchas explicaciones a una banda de ladrones de baja monta que están esperando dar el golpe de sus vidas y que son capitaneados por Jason Stathman (el mismo de “El transportador).
Y allí se pone en marcha el asunto. Pero, por supuesto, habrá dificultades de todo tipo. Esencialmente, el hecho de que en el mismo banco hay muchos otros documentos que nadie quiere ver salir a la luz: fotos de funcionarios en prostíbulos, listados de coimas a la policía londinense y otros tantos objetos pertenecientes a las pequeñas mafias locales.
No tiene sentido avanzar mucho más en la trama. Sí, en cambio, vale la pena quitarse el sombrero ante una película que logra, en menos de dos horas, contar con buen pulso y una trama atrapante, un universo complejo de presiones políticas, trapitos sucios y boqueteros de buen corazón. Un logro para nada menor. Otra verdadera proeza lograda por la cinematografía británica.