A pesar de que su banco se iba a la quiebra, Richard Fuld intentó hasta último momento no perder el beneficio de su bonificación anual pese a la grave situación
En el colmo de la avaricia, el número uno del querado Lehman Brothers peleó hasta último momento por no perder su bono, revela la agencia Bloomberg.
En Lehman, el máximo responsable, Richard Fuld, se llevó casi u$s 270 millones en los últimos cinco años, incluidos el sueldo básico, las bonificaciones anuales y las opciones sobre acciones, según la Corporate Library.
Pero un intercambio de correos electrónicos revelado por la comisión de supervisión de la Cámara baja mostró una actitud sorprendentemente arrogante en las esferas superiores de Lehman respecto de la paga ejecutiva.
Hace apenas cuatro meses, en junio, Fuld y el jefe de gestión de inversiones globales, George H. Walker IV, se mofaron cuando un par de gestores monetarios internos sugirieron que los máximos ejecutivos renunciaran a las bonificaciones de 2008.
Esto no sólo «representaría una significativa reducción de gastos», dijeron Judith Vale y Robert D'Alelio en un correo electrónico. Enviaría un fuerte mensaje tanto a empleados como a inversores en el sentido de que la gerencia no elude su responsabilidad por el desempeño reciente.
Agregaron que «se sentían obligados a expresar nuestros puntos de vista» a los miembros del comité ejecutivo de la junta.
Esto no le cayó bien a Walker. Les mandó un correo electrónico a los otros altos ejecutivos de Lehman que habían recibido el mensaje y se disculpó por la ridícula sugerencia.
«No sé qué está pasando donde trabajan Vale y D'Alelio», escribió Walker. La idea de renunciar a las bonificaciones «realmente no merece que el comité ejecutivo le dedique tiempo ahora».
«No te preocupes», le contestó Fuld por correo electrónico. Los que se quejan «son sólo personas que piensan en sus propios bolsillos».
Pero ¿quién cuidaba de los bolsillos de los accionistas?
Tal vez se habría necesitado un poco más de gestión de riesgo. Pero el comité de gestión de riesgo de la junta se reunió sólo dos veces en 2007 y dos veces en 2006.
Últimamente, casi todas las compañías tienen dificultades a causa de las decisiones espectacularmente malas de unos pocos, desde prestamistas hasta titulizadores de deuda y operadores de permutas de riesgo crediticio.
La mayoría de los estadounidenses entienden que el riesgo trae una recompensa cuando las cosas funcionan. Pero a la mayoría de los estadounidenses el riesgo que fracasa no les produce beneficios. Les hace daño.
El Congreso dio un primer paso para cambiar cuando aprobó la Ley de Emergencia para la Estabilización Económica, también conocida como Rescate de Wall Street. La ley le dio al secretario del Tesoro autoridad para establecer la paga de los ejecutivos y pautas de administración empresarial para las firmas que obtienen ayuda.
El Tesoro debe prohibir toda remuneración que premie a ejecutivos por correr «riesgos innecesarios y excesivos que amenacen el valor de la institución financiera», dice el plan.
Las bonificaciones ya pagadas se cancelarán si se basaron en ganancias ilusorias, y no habrá más paracaídas dorados.
Normalmente se puede predecir qué compañías tendrán dificultades fijándose en aquellas que prodigan bonificaciones multimillonarias entre sus ejecutivos sin tomar en cuenta el desempeño de éstos.
«No hay ningún indicador más confiable de litigios, endeudamiento y riesgo de inversión», dijo al Congreso Nell Minow, cofundadora del grupo de investigación Research Library en Maine.
Esos tipos de pago señalan un problema más profundo que los meros incentivos mal encaminados. Muestran que los directores no están cuidando el negocio.
«No es sólo un síntoma de debilidad interna», dijo Minow refiriéndose a las remuneraciones para ejecutivos desvinculadas del desempeño. «Es una causa», señaló la semana pasada a una comisión de la Cámara baja que investiga el derrumbe de Lehman Brothers, American International Group y otras empresas.