Jaqueado por las denuncias
Por Joaquín Morales Solá para La Nación
5 de octubre de 2008
El viernes se extenuaba en una tarde de grisura. ¿Es cierto que renuncia Graciela Ocaña?, desespera un diputado kirchnerista. La respuesta nunca es categórica. La gente cree más en lo que dice Antonini Wilson en Miami que en las réplicas del gobierno argentino, asegura un encuestador independiente. Los bloques oficialistas están más cerca de la oposición que de los Kirchner. Conseguir los votos para cada proyecto resulta ahora una hazaña, se resigna un ministro con acceso directo al matrimonio presidencial. La Argentina sentirá a partir de marzo los efectos de la crisis mundial, pronostica un renombrado economista. Ya no hay amor entre el peronismo y el Gobierno, concluye un legislador. ¿Lo hubo alguna vez?
El Gobierno ha perdido algo más que el amor de un partido que nunca se detuvo en tales efusiones. Perdió a la mayoría de la sociedad y, encima, estallan bajo sus pies resonantes hechos de supuesta corrupción. Esas denuncias alejan aún más a la sociedad en tiempos de penuria. La imagen positiva de los Kirchner ronda sólo el 25 por ciento en el segundo cordón del Gran Buenos Aires, el lugar donde reinaron con mediciones de más del 70 por ciento. Ya no quieren medir la opinión en los centros urbanos, porque ahí las cosas están aún peores.
Tales ocasos repercuten en la política práctica: sólo una agónica llamada telefónica de Néstor Kirchner al díscolo Mario Das Neves le permitió contar los votos de los senadores chubutenses para sacar el nuevo régimen jubilatorio. El proyecto estuvo a centímetros del rechazo.
Ocaña, ministra de Salud, escribió un párrafo único en la historia: comenzó los trámites necesarios para denunciar por calumnias e injurias a un subordinado. El subalterno es Héctor Capaccioli, encargado de los vastos recursos de las obras sociales y responsable de la recaudación de la campaña presidencial de Cristina Kirchner. Se lo vinculó al empresario de medicamentos Sebastián Forza, acribillado a balazos por presuntos sicarios del narcotráfico, y generoso aportante de dinero para la campaña de la Presidenta. Capaccioli lanzó un agravio contra Ocaña cuando dijo públicamente que le preguntaran a la ministra sobre Forza. Dio también un salto al vacío: no será él quien ponga en duda el honor de Ocaña.
Alberto Fernández era el padrino político de los dos, de Ocaña y de Capaccioli. Ahora es un trapecista que va de un lado al otro. Sigue hablando con Ocaña y le pidió a Kirchner, en su reciente reunión en Olivos, que no someta a la ministra a la indisciplina de un subalterno. También habla con Capaccioli; a éste le reclamó que le pusiera un punto final al conflicto. Kirchner vacila: No puedo desplazar a un funcionario al que están vinculando con el narcotráfico, se resiste.
Hugo Moyano se metió en el alboroto. No lo quiere a Capaccioli porque no le gusta cómo reparte los fondos de las obras sociales. Ocaña se acercó al líder cegetista sólo para proponerle un sistema de compra de medicamentos más barato. Estoy con usted. Las cosas baratas nos convienen, le contestó Moyano. Ocaña no le contó sus desvelos, pero Moyano intuyó que podía hacer un aporte a la trifulca.
Ocaña no se quedará en el gabinete para proteger a funcionarios a los que no les tiene confianza moral. Usted no puede poner en riesgo su capital político, le aconsejó a la ministra un funcionario de otro paraje. Un momento, lo paró Ocaña. Un capital es algo que se obtiene y que se puede perder. Yo no hago de honesta. Soy honesta, le aclaró. La renuncia de Ocaña por esos motivos y en este momento sería letal para el Gobierno , alertó un kirchnerista. La renuncia de la ministra no se puede descartar.
Alberto Fernández cree que es necesaria la continuidad de Ocaña y confía en la honestidad de Capaccioli. Las dos cosas parecen ya incompatibles. La Presidenta rodea a la ministra de afectos públicos, pero en Olivos la convencen de que la política tiene sus laberintos. No me gustan los laberintos oscuros de la política , suele subrayar Ocaña.
El juez Daniel Petrone, que investiga en la Argentina la valija de Antonini Wilson, tiene 36 años, seis meses de juez y ya quiere ascender a camarista. Su ambición en la carrera judicial tiene la velocidad del sonido. Su ascenso quedará entonces en manos del Consejo de la Magistratura, que controlan con mano férrea los kirchneristas Carlos Kunkel y Diana Conti. Petrone ya declaró la falta de mérito para Claudio Uberti en la causa sobre el misterioso viaje que unió Caracas con Buenos Aires. A Uberti le faltan méritos, en efecto, pero tiene antecedentes suficientes como para enfrentar una severa investigación judicial.
La Cámara en lo Penal Económico está analizando ahora aquella resolución aparentemente tan rápida y próvida de Petrone. Es cierto que la decisión del juez se tomó en otro contexto, cuando todavía las lenguas fáciles de Miami no habían comenzado a moverse. La Cámara deberá decidir, en primer lugar, si el delito fue contrabando o lavado de dinero. Las penas por contrabando son mucho mayores que las de lavado. Deberá decidir también si mentir es un delito. Antonini Wilson dijo que traía libros en una valija atiborrada de dólares, que es lo único que leyó en su vida. La justicia argentina no consideró nunca la mentira como un delito, pero se refirió siempre a aviones inocentes con un mentiroso a bordo.
Los jueces tendrán que pronunciarse, por último, sobre la participación real de Uberti en el trasiego de dinero espurio. El eventual delito de contrabando promovido por un funcionario, que tiene penas mucho mayores, podría terminar con el otrora influyente operador de Kirchner en la cárcel. Importa lo que resolverá la Cámara, pero importa también la acción permanente y cotidiana del juez.
Puede suceder aquello o puede repetirse el caso Skanska, en el que directamente no pasa nada. Esa es, tal vez, la investigación más profunda sobre hechos de corrupción en la administración pública. La denuncia de sobreprecios fue implícitamente hecha por la misma empresa concesionaria de la obra. Ahora, de vez en cuando, algún magistrado llama a todos los involucrados para someterlos al trámite burocrático de que ratifiquen o rectifiquen lo que ya dijeron en todos los idiomas. Punto. Tras el estrépito inicial, la investigación quedó tan parada como el gasoducto cuestionado. Ni culpables ni obras.
Sólo la inexperiencia de Sergio Massa lo llevó a aceptar repreguntas en la Cámara de Diputados sobre Antonini Wilson y sobre el Indec. La oposición no lo dejó respirar. Agustín Rossi, jefe de los kirchneristas, debió denostar a Raúl Alfonsín para conseguir lo que quería: que la reunión se terminara de una buena vez. Una respuesta más de Massa y el bloque oficialista estallaba o se pasaba a la oposición, relató un legislador. El contraste no pudo ser peor: Rossi vapuleaba a Alfonsín en el Congreso, mientras el ex presidente radical le sacaba a Cristina Kirchner en la Casa de Gobierno el mejor discurso que ha dicho como presidenta.
Algunos radicales le están proponiendo a Julio Cobos que el año próximo renuncie a la vicepresidencia para presentarse como candidato a senador por Mendoza. En 2011, lo seducen, podría ser candidato a gobernador de su provincia o a presidente. Cobos prefirió pedirle públicamente a Julio De Vido que cuente lo que sabe sobre Antonini Wilson, sobre Caracas y sobre Uberti. No se irá de la vicepresidencia, aunque deba vivir a pan y agua. De hecho, acaba de vivir en Miami de la beneficencia porque no le dieron los viáticos que le corresponden. La comitiva de los Kirchner, en cambio, gastó dólares hasta cansarse durante una semana innecesaria en Nueva York.
La economía se apaga antes de que lleguen los coletazos del mundo. El campo está como Cobos: sufre la venganza por la derrota que le propinó a los Kirchner. El combate rural ha comenzado de nuevo. Una era ha terminado en el mundo, pero otra era concluyó en la Argentina, decía un ministro en ese viernes ya lánguido.