Cuando llegó a declarar casi nadie lo reconoció. "Ahora ya no vamos a poder llamarlo más 'el Gordo'", fue la broma. Una historia de dinero, traición y mucho poder
Llegó luciendo un elegante traje negro, una camisa blanca y una corbata bordó. Lo que más llamó la atención, sin embargo, fue lo mucho que ha adelgazado. "Ahora ya no vamos a poder llamarlo más 'el Gordo'", fue la broma. "Efectivamente, se ha hecho un bypass estomacal", informó el abogado defensor Ed Shohat, interesado, sin duda, en que se supiera que no siempre la primera impresión es la verdadera y que, en este caso, la perdida de kilos no costó mucho esfuerzo.
Como sea, no hay duda de que Antonini estaba impecable. Llegó serio, pisando fuerte, y sin pronunciar una sola palabra. Estaba acompañado por su abogada, Theresa Van Vliet, y un ex agente del FBI que actúa de asistente y de protector de ambos. "No va a hacer ninguna declaración", explicó gentilmente Van Vliet.
Salvo, claro en el banquillo de los testigos, donde, una vez sentado, se colocó sus anteojos y comenzó a hablar mucho más articulada e inteligentemente que cuando aparece hablando en las grabaciones del FBI. El contraste fue increíble.
"¿Reconoce a Franklin Durán en la sala?", le preguntó el fiscal. "Sí, señor, es el que está de traje negro allí", dijo mirándolo fijo, según reproduce el diario Clarín.
Es imposible saber lo que habrá pasado por la mente de ambos. Pero después de haber compartido una larga amistad, negocios, carreras de autos y todo tipo de andanzas, ahora se encuentran en la vereda de enfrente.
Una fuente que conoce a ambos dijo a Clarín que Durán no le perdona a Antonini su colaboración con el FBI, la traición. Ayer, Antonini contó que muy poco después de haber llegado a Estados Unidos un amigo lo puso en contacto con su abogada, quien a su vez lo puso en contacto con el FBI. El 16 de agosto empezó una colaboración que duró cuatro meses y culminó con el arresto no sólo de su amigo sino también de otros dos venezolanos y un uruguayo.
Asediado, al principio Antonini se mudó a Palm Beach con su esposa y sus hijas. Luego el FBI le pagó 30.000 dólares para que pudiera mudarse temporariamente. Desde el primer día Franklin Durán intentó convencerlo de que contratara un abogado en Buenos Aires para defenderse. Le puso a su disposición un avión para llevarlo a España o a Israel, donde no hay tratado de extradición con EE.UU. Pero Antonini ya había optado. Estaba trabajando para el FBI.