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Imprudencias en un tembladeral
Nota de Van der Kooy en Clarín
21 de septiembre de 2008
¿Puede volver Alberto Fernández al Gobierno del cual se fue? La pregunta circuló con la forma de un rumor intenso en selectos refugios kirchneristas la misma semana en que el mundo asistió a una debacle económica y financiera que se asemejó a un cataclismo. Cristina y Néstor Kirchner siguen pensando que aquella debacle es ajena a la Argentina aunque la economía local emita señales de inconfundible sufrimiento. No todos los ministros piensan igual que el matrimonio. Pero callan para no fastidiar.

El rumor afloró incluso antes del encuentro del jueves en Olivos entre Kirchner y su ex jefe de Gabinete. No pareció aflorar sólo como un entretenimiento político. Cobró fuerza a propósito del nuevo escenario internacional que se va bocetando para los tres años de mandato que le restan a la Presidenta. El nuevo escenario demandaría alquimias políticas y esfuerzos económicos para asegurar la subsistencia y no para fantasear con ningún proyecto faraónico. ¿Qué tendría que ver Alberto Fernández con todo eso? El ex jefe de Gabinete podría colaborar quizá desde un sillón diferente al que abandonó hace meses. Hay dirigentes de sello kirchnerista que lo imaginan en una supuesta segunda etapa con el timón del Ministerio de Economía. "Sería bien visto por el poder económico de aquí y de afuera", dicen.

Dejemos aquel rumor y pasemos a los hechos. La relación del matrimonio presidencial con Alberto Fernández no está rota. Aunque parece atravesada por dolores. Los hombres acostumbran a disimularlos. Kirchner paró en seco en Olivos, días pasados, a un intendente que deslizó una insinuación contra Fernández. "Alberto es mi amigo", recalcó. Fernández se define como kirchnerista ortodoxo, aunque discrepe con el rumbo que tomó su fundador, y recurrió a la misma muletilla en una comida con empresarios: "Néstor es mi amigo", afirmó. En cambio, no tuvo novedades sobre Cristina, salvo las que publican los diarios, desde el día que salió por última vez de la Casa Rosada. Tampoco se la cruzó en Olivos.

¿Por qué razón Kirchner pensaría de nuevo en él? ¿Qué razones podrían existir para que Fernández haya recuperado el entusiasmo político que vino perdiendo desde el último tramo de la gestión del ex presidente? Las causas que detonaron la renuncia de Fernández continúan intactas en el Gobierno. No se vislumbra, por otra parte, ninguna señal que indique que el matrimonio esté en la antesala de un viraje importante de la administración. El ex jefe de Gabinete, después de algunos fugaces diálogos con Kirchner, sospecha que la realidad que se observa desde Olivos es diferente a la que él mismo percibe ahora desde el llano.

Sus adversarios internos se han fortalecido, objetivamente, en el poder. Julio De Vido está más descamado ante la sociedad por las revelaciones sobre la valija indiscreta de Guido Antonini Wilson. Pero es el ministro que asoma con recurrencia al lado de Cristina. Ricardo Jaime va capeando los embates de una oposición cebada por los desquicios en el sistema de transporte y de subsidios. Hasta tiene margen para exhibir alguna pequeñísima victoria interna.

Sergio Massa pretendió desde su estreno en el Gobierno colocarle una lápida al proyecto del tren bala. Pero Jaime lo sostiene: en la ley de Presupuesto la AIF (Administración de Infraestructura Ferroviaria) recibió una autorización para tomar créditos por 1.700 millones de pesos. Esas partidas piensan ser destinadas a los estudios preliminares. No está especificado que serán inexorablemente para el tren bala, pero ese plan forma parte aún de una decisión y de una obstinación del matrimonio presidencial. Es allí donde Jaime le saca ventaja a Massa. El final está de todos modos abierto por dos motivos: el terremoto internacional torna hoy imposible cualquier financiamiento; el Gobierno debe, además, mejorar el humor de la sociedad para llevar adelante un proyecto que, en gran proporción, nació resistido.

La Presidenta tuvo otros gestos benéficos para De Vido. Rompió por primera vez su tradición de no firmar decretos de necesidad y urgencia. Lo hizo para ampliar en 36 mil millones de pesos los gastos del Presupuesto de este año. Sólo el 25% de ese monto corresponderá a Enarsa, bajo la órbita del Ministerio de Planificación. El trámite parlamentario hubiera desatado con seguridad una fuerte discusión y hubiera realzado de nuevo a una oposición que, concluido el conflicto con el campo, volvió a empalidecer. La defensa de De Vido, en ese contexto, resulta difícil de ocultar.

Cristina terminó sacrificando por el controvertido ministro sus repetidas promesas de concederle mayor calidad institucional a la democracia y de convertir al Congreso en epicentro de la gobernabilidad. Pero hubo otra decisión que resaltó aún más, por contraste, el valor político de aquel DNU: el Poder Ejecutivo confeccionó un proyecto para que los legisladores sancionen por ley el traspaso del feriado del 12 de octubre al lunes 13.

Otro adversario de Alberto Fernández continúa en la clandestinidad. Pero continúa. Guillermo Moreno diseña los índices del INDEC sin aparecer en público. Esa fue la instrucción de Kirchner para intentar aplacar el malestar general. Un reflejo característico del ex presidente: supone que algunos modales inciden más en el ánimo colectivo que el fondo de los problemas. Moreno está en las sombras pero el problema se agiganta: la inflación reprimida podría convertirse en pólvora si la crisis financiera internacional restringiera de modo severo el consumo y el crecimiento.

Alberto Fernández no está dispuesto a regresar a esa singular mundología kirchnerista. Tampoco Kirchner siquiera se lo insinuó en el reencuentro. El diálogo entre ellos penetró las cuestiones políticas y electorales pero sólo orilló la gestión. La gestión es un tabique que todavía los separa. El ex jefe de Gabinete se comprometió a ayudarlo en el futuro armado porteño. Al kirchnerismo le van quedando en Capital apenas migajas. "¿Tenés problemas en hablar con Telerman (Jorge)?", preguntó el ex presidente. "Ningún problema. Lo voy a hacer", respondió Fernández.

Kirchner machaca con que todo marcha fantástico en la Argentina. Paladea las desgracias del mundo sin advertir que esas desgracias derramarán aquí. Hay indicadores, según los expertos, que lo están reflejando: el país perderá por la baja de los comodities 6 mil millones de dólares en exportaciones; las arcas fiscales se privarán de recibir alrededor de 1.500 millones. El ex presidente dedica mucho tiempo, como siempre, a espiar encuestas. Esas encuestas no reflejan la felicidad que él presume y propala. Las piernas se le doblaron con la revelación de un trabajo de opinión pública que le acercaron la semana pasada. ¿Qué revelación? Si hoy hubiera elecciones presidenciales Julio Cobos sería vencedor por amplio margen.

El ex presidente se esperanzó cuando Cristina evidenció un significativo repunte social luego del anuncio de la cancelación de la deuda al Club de París. Pero ese repunte se evaporó apenas comenzaron a ventilarse novedades del escándalo de la valija. Kirchner sigue intentando cerrar heridas en el peronismo abiertas durante el conflicto con el campo. Sin muchas ganas ordenó saldar una deuda de la Nación con Córdoba que venía reclamando Juan Schiaretti. Pesó la insistencia de Massa, el jefe de Gabinete, pero además la de De Vido. Schiaretti recordó al ministro de Planificación que el Banco de Córdoba le había adelantado 300 millones para la compra de una turbina destinada a una central energética que se está construyendo en esa provincia.

El pago al Club de París se demorará, por lo menos, hasta fin de año. Cristina y Kirchner ya no muestran la premura de los días del anuncio porque el cambio de la situación internacional, más allá del notable repunte con que concluyó la semana, genera dudas sobre la conveniencia de debilitar en casi 7 mil millones las reservas del Banco Central. Martín Redrado respira con un poco de alivio.

La Presidenta aprovechará su permanencia en Nueva York por la Asamblea de la ONU para frecuentar a mandatarios de las naciones que integran el Club de París. También verá a Silvio Berlusconi y pidió a Jorge Taiana una reunión con la premier de Alemania. Angela Merkel no irá a Estados Unidos pero lo hará Frank Steinmeir. Es el ministro de Asuntos Exteriores y potencial candidato presidencial de la socialdemocracia. Cristina se encontrará con él. Italia y Alemania, además de miembros del Club, son dos de las naciones que más claman por los bonistas que no aceptaron el canje de la deuda. ¿Hay en curso alguna oferta para los llamados hold houts?

Cristina hablará también en Nueva York ante hombres de negocios. Los hombres de negocios están agobiados por la crisis que sacude a Estados Unidos. Pero la oportunidad podría ser propicia si el realismo y la humildad desplazaran la inclinación de la Presidenta a la cátedra. La imprevisibilidad del mundo y de la Argentina no perdonarían ahora ese lujo.