El candidato republicano ofreció una muestra más de su capacidad para desafiar a todos. Cargó contra su rival, Barack Obama: "Promete vaguedades", aseguró
El republicano John McCain, conocido como "el renegado" o el "disidente", ofreció anoche una muestra más de su capacidad para desafiar a todos.
En el año en que Estados Unidos demanda un golpe de timón tras dos períodos de George W. Bush, en su primer discurso como candidato oficial a la Casa Blanca por el Partido Republicano, McCain prometió que él será el agente del cambio. Pero del "verdadero cambio", el único que puede lograr que la vieja política quede atrás, dijo, a diferencia de "las vaguedades que envuelven" a Barack Obama, su rival demócrata.
McCain habló en el cierre de la convención que proclamó oficialmente al binomio presidencial del partido, al cabo de una semana de vértigo. Comenzó el viernes, cuando McCain anunció a la hasta entonces ignota gobernadora de Alaska, Sarah Palin, joven, religiosa y conservadora, como su compañera de fórmula. Continuó con el huracán Gustav sobre Nueva Orleáns y su convención. Siguió con Palin, anteanoche, en un discurso histórico. Y, anoche, McCain fue por más. "Estoy muy orgulloso de haberle presentado a Estados Unidos a nuestra próxima vicepresidenta", se felicitó, entre aplausos. "Pero no puedo esperar a presentarla en Washington. Y déjenme lanzar una advertencia por adelantado a aquella vieja, derrochadora, inútil, «yo primera, el país después» banda de Washington: se viene el cambio."
Ni había terminado la frase cuando la locura se apoderó del Excel Center de esta ciudad, donde 45.000 delegados, invitados, afiliados y periodistas se congregaron para escucharlo, según la crónica del diario La Nación.
Se trató de un hito, tanto político como personal, para quien sobrevivió a casi seis años de torturas en el infame Hanoi Hilton, la cárcel de Vietnam donde entró como prisionero de guerra y salió como héroe.
"Me enamoré de mi país cuando fui prisionero en otro. Me enamoré no sólo por las muchas comodidades de la vida aquí. Me enamoré por su decencia, su fe en la sabiduría, la justicia y la bondad de su gente", rememoró mientras imágenes de aquellos tiempos se sucedían en las pantallas gigantes detrás suyo.
"Me enamoré porque no es sólo un lugar, sino una idea, una causa por la que vale pelear. Nunca volví a ser el mismo. No fui yo solo nunca más; me entregué al país", contó.
Los aplausos que siguieron fueron quizá los más estruendosos de una noche que rivalizó en su impacto con la que ofreció Obama una semana atrás, en el estadio de los Denver Broncos. Lo que el demócrata ofreció en retórica y teatralidad, su rival republicano lo compensó con la carga patriótica y emocional que tanto conmueve y respetan los estadounidenses.
El durísimo desafío que le presenta Obama sobrevoló el cierre de la convención y McCain procuró abrazar las causas del demócrata con la potencia suficiente para hacerlas propias y quitárselas a quien venció a Hillary Clinton.
Y para eso, insistió en que no sólo es el verdadero "agente del cambio", sino que también es quien puede unificar al país para resolver los desafíos económicos, de salud, inmigratorios y en el exterior que los preocupan.
"El constante rencor partidario que nos impide solucionar los problemas no son una causa. Son un síntoma. Es lo que pasa cuando la gente va a Washington para trabajar para ellos mismos en vez de para ustedes", denunció, mientras los carteles electrónicos de todo el país repetían uno de los eslóganes de su campaña: "El país primero".
A pesar de sus 25 años en la denostada capital, McCain pudo jugar esa carta gracias al aura de rebelde que lo acompaña desde joven.
Fue él quien empujó la reforma política, limitó las donaciones en las campañas, acotó la influencia de los lobbistas, se enfrentó con Bush por la aplicación de torturas en Guantánamo y, en una audiencia pública, le dijo a un senador que "le sacaría la mierda" a trompadas si volvía a poner en duda su honor.
Pero McCain no las tuvo todas consigo anoche, y su camino hasta las urnas en noviembre no será fácil.
Las promesas de impuestos bajos, gobierno chico y control del gasto público que ofreció en el Excel Center no le alcanzarán para captar el voto de los independientes. Ni tampoco lo ayudó su defensa de Palin hasta lo insostenible.
Horas antes de su discurso, le comentó a ABC News que está más que cómodo con la experiencia en política exterior de su compañera de fórmula. "Alaska está justo al lado de Rusia. Ella entiende eso", dijo. No se trató de una broma.
Sus desafíos electorales no se agotan allí. En una convención donde los blancos de más de 50 años y de alto poder adquisitivo encarnaron la mayoría abrumadora (a diferencia de la demócrata multicolor y pluricultural), los organizadores colocaron a dos de sus contadísimos oradores negros y al senador hispano, Mel Martinez, en los minutos que precedieron a McCain. De ese modo, los televidentes que esperaban su discurso se quedaron con la idea de un cónclave más diverso. Pero eso no será suficiente para ganar en noviembre.
McCain deberá apelar a los jóvenes, a las minorías y a los moderados si desea acortar la brecha de cuatro puntos que lo separa de Obama: 47 a 43 por ciento, según las últimas encuestas.
Para eso es que volvió a recurrir a sus banderas de unidad, patriotismo, y rebeldía.
"Una y otra vez, he trabajado con miembros de ambos partidos para solucionar los problemas. Así es como gobernaré como presidente. Tenderé mi mano a todos para que me ayuden a poner al país otra vez en movimiento. Y tengo los antecedentes y las cicatrices para probarlo. Obama, no", dijo.