Durante su presidencia, nunca dejó de repetir la necesidad de respetar la "verdad relativa", aunque lo aplicó poco. Ahora, sus palabras crispan y dividen al país cada vez más
Por José Calero
Cómo se extraña aquel Néstor Kirchner que hablaba de respetar la verdad relativa, aunque igual arengaba desde el 'púlpito' y apretaba como el que más.
Es que aunque sea era preferible aquel que aplicaba la estrategia de apretar el acelerador a fondo para luego aceptar al menos alguna de esas verdades relativas.
En cambio, el Néstor Kirchner de ahora, alejado formalmente del Sillón de Rivadavia pero más que nunca haciendo y deshaciendo en el poder, está desencajado y cada vez que habla pone al país en vilo.
Los ministros del gabinete le temen, como si siguiera siendo presidente. Los gobernadores oficialistas le temen. Los sindicalistas también. Y ni hablar de los empresarios. Todos temen su furia, sus represalias. No saben para dónde va a disparar.
Se lo ve crispado al ex presidente, y no hay razones para ello. Porque él contribuyó a sacar a la Argentina del abismo. Fue decisivo a pesar de que llegó con poquito más del 22 por ciento de los votos, y por eso se fue con una imagen positiva que superaba el 70 por ciento.
Fue el jefe de Estado más exitoso de la historia argentina, pero se olvida de que eso no lo hizo solo, sino que el pueblo argentino tuvo mucho que ver, y también su ministro de Economía, Roberto Lavagna, y su mentor politico, Eduardo Duhalde, quien hizo el trabajo sucio de devaluar y aplicar la pesificacion asimétrica.
Kirchner impuso a su mujer como presidenta, a pesar de que Cristina no tenía experiencia alguna administrando. Estaba acostumbrada a demandar desde el Congreso, y eso se le nota ahora, cuando se la ve más cómoda en la diatriba permanente que en la gestión.
Igual, todo iba muy bien, casi en piloto automático, hasta que al Estado se le ocurrió sacarle de un día para el otro 2.500 millones de dólares al sector agropecuario.
¿No alcanzaba con las retenciones ya existentes? ¿Había que ir por más, y del peor modo?
Kirchner ya había mostrado su lado desagradecido cuando se olvidó de que llegó a presidente gracias a Eduardo Duhalde y el peronismo bonaerense.
Ahora cometió el mismo error político con la gente del campo, que con su trabajo y esfuerzo permitió que este país no se convirtiera en Líbano, gracias a que las retenciones se usaron para sofocar la pobreza vía planes sociales.
Lejos de mostrarse agradecido, Kirchner volvió a mostrar su peor cara. La que los argentinos no quieren.
Así, un día después de que el agro anunció el levantamiento del paro, salió de nuevo a arengar a la tropa, como si en vez del dirigente político más importante de la Argentina, fuese un general feroz y resentido.
Dijo que el país soportó "90 días de extorsión" y responsabilizó a los ruralistas por el desabastecimiento y el encarecimiento de productos. También volvió a vincularlos con los golpes de Estado de 1955 y 1976. Y diferenció las protestas de camioneros y petroleros de las del agro.
Kirchner también pidió acabar con la "mentira mediática", y volvió a subestimar a la prensa independiente, cuya existencia preferiría eliminar.
Tal vez un día pueda cumplir el sueño de una prensa totalmente adicta, que sólo tenga tinta, voz e imagen para él, como impuso en Santa Cruz.
Lo que no está claro es dónde estará la Argentina cuando ese triste día llegue.