La organización de Argentina 1978 apostó a que llegaran 40 mil turistas que nunca vinieron. Hubo un gran operativo de seguridad y un conflicto con Alemania
Por Roberto Aguirre Blanco
Las obras de infraestructura que encaró la Argentina para el mundial de 1978 fueron gigantes, con inversiones muy fuertes en comunicaciones y transporte, aunque a nivel hotelería, por una estrategia propia, no hubo mucha inversión.
Si bien se anunciaba con bombos y platillos que llegarían al país más de 40 mil visitantes para presenciar la Copa del Mundo, sólo ingresaron seis mil, la mayoría de países limítrofes, entre ellos Brasil, que aportó cerca de cuatro mil hinchas.
La industria hotelera se quejó fuertemente, ya que tuvo sólo el 25 por ciento de su capacidad ocupada los 25 días de torneo, con una gran presencia de periodistas extranjeros (2400) y poco turista europeo (550).
Esta acción no fue casual: además de la fuerte campaña anti argentina que se desarrolló en Europa, especialmente en Francia, España e Italia, por parte de compatriotas exiliados y referentes de la cultura de esos países, la realidad dice que la Junta Militar no quería mucho extranjero caminando libremente por las calles.
La “pacificación” del país era mejor mostrarla a través de los ojos de los deportistas, los periodistas y la televisión, y sin tanto turista en medio de ciudades contenidas por el poder de la fuerza militar.
Para que la seguridad estuviera en óptimas condiciones se destacaron importantes grupos de las tres fuerzas armadas a la vigilancia de las 15 selecciones invitadas que entrenaban con la atenta mirada de integrantes del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea.
La policía fue destacada para el control de los estadios y la organización misma, con ayuda de la Gendarmería y nuevas fuerzas como un grupo de atentas mujeres policías destacadas en los centros urbanos para la atención de los turistas que no aparecían.
En ese escenario, diez días ante del arribo de la selección de Alemania Federal –defensora del título- una agencia de noticias extranjera informó que los germánicos llegarían al país con un grupo especial de la policía para resguardar la seguridad de sus jugadores.
La información generó casi un conflicto diplomático con ese país. El canciller argentino presentó una nota de queja y desde Alemania se negó este hecho, que en realidad se intentó minimizar ante la seguridad que dio la Junta de que nada pasaría por estas tierras.
Al llegar el seleccionado germano al aeropuerto de Córdoba, tuvo una doble cantidad de hombres de seguridad, al igual que Holanda, otra nación que no ahorró críticas contra el gobierno de facto.
En ese marco, el periodismo local hizo mucho trabajo fino para vender una imagen de un país “10 puntos” desde medios tan poderosos como radio Rivadavia (la más escuchada); los matutinos porteños en general y la Revista El Gráfico, que premió al presidente de facto Jorge Rafael Videla, Carlos Lacoste y Joao Havelange, e inventó la supuesta carta que el capitán holandés Krol escribió a su hija con la frase: “Hijita, quédate tranquila, aquí hay soldados que cuidan a papá y tienen fusiles que disparan flores”, publicada en el semanario deportivo del 27 de junio de 1978.