Un clima de extrema tensión social
Por Joaquín Morales Solá para LA NACION
14 de mayo de 2008
“La Argentina está sola”, tituló ayer el diario español El País un duro análisis sobre la administración de los Kirchner. Ese preciso haz de luz podría encogerse aún más: el gobierno del matrimonio Kirchner también está solo. El Gabinete parece mirar el desarrollo de un partido ajeno. Gobernadores e intendentes están mostrando sin pudor las fisuras del kirchnerismo. Sólo el oficialismo marginal, embelesado por revoluciones que no han sido ni serán, promete más confrontaciones en un clima ya de extrema tensión social. Los peligros potenciales de enfrentamientos y divisiones sociales parecen formar parte de un horizonte que se acerca.
El kirchnerismo se ha hecho afecto a los rituales después de cinco años de ofender los ritos. La Presidenta creyó conveniente retomar el acuerdo social del 25 de Mayo por el Bicentenario, que será dentro de dos años, cuando las brasas están ardiendo aquí y ahora. Néstor Kirchner se aupará hoy en la conducción oficial del justicialismo (puro pejotismo, según su propio desprecio de otrora), seguramente rodeado de la ornamentación que en los últimos tiempos seduce al matrimonio presidencial.
Pasarán lista a gobernadores y legisladores. Muchos estarán presentes, porque ningún peronista que se precie abandona el poder para quedar bien con una idea.
Si el ex presidente no cambiara de opinión en las próximas horas, es probable que su discurso de asunción tenga la carga de durezas, acusaciones y descalificaciones de sus últimas oraciones públicas.
Luis D Elía, un exponente destacado del kirchnerismo marginal, pero influyente en estas horas, anticipó ayer el curso de los acontecimientos: empellones a los productores agropecuarios, agresivas manifestaciones ante las sedes de las entidades del campo y amenazas de combates cuerpo a cuerpo en los lugares de concentración de la protesta rural.
D Elía y Hugo Moyano son los únicos defensores mediáticos del Gobierno. Lo hacen a su manera y más le valdría al Gobierno que no lo hicieran. Cautela en el resto. El ministro de Economía, Carlos Fernández, no es una excepción al silencio general del gabinete. Pero es un silencio más sonoro.
La historia no registra muchos casos de ministros de Economía que hayan callado durante tanto tiempo. Quince días después de haber asumido, nadie sabe cuáles son las ideas, los proyectos o las prioridades del nuevo jefe de la cartera económica. Sabíamos que su papel estaría extremadamente acotado por la aplastante influencia de Néstor Kirchner en los asuntos económicos, pero la política necesita de cierta dosis de disimulo.
Ejercicio elemental
El Gobierno ha perdido hasta ese ejercicio elemental de la política. "Todos se esconden cuando las cosas van mal y todos quieren aparecer cuando van bien." La frase corresponde a un ministro importante de los dos gobiernos kirchneristas. La aseveración es relativa.
Los ministros se acostumbraron a un sistema de gobierno en el que se privilegió siempre el bajo perfil de los funcionarios. Fue casi la condición para conseguir empleo en la administración durante los cinco años últimos. Los ministros debían pedir permiso para hacer declaraciones públicas ante los periodistas. Era el propio Néstor Kirchner el que autorizaba -o no- esas presencias mediáticas. ¿Por qué aquellos funcionarios deberían poner el pecho ahora cuando tendrían que defender situaciones que muchos de ellos critican en la intimidad?
"Mi provincia no se pondrá de rodillas", bramó desde Córdoba Juan Schiaretti luego de reunirse, anteayer, con los principales dirigentes rurales del país. El gobernador cordobés les abrió las puertas a otros gobernadores, que siguieron o seguirán su camino. Schiaretti no les debe nada a los Kirchner -es cierto-, porque éstos jugaron a dos puntas en las últimas elecciones provinciales: al actual gobernador, con poco entusiasmo, y a Luis Juez, más arrebatados.
Schiaretti se encaramó al poder local gracias al interior de su provincia, donde están los campesinos que protestan ahora. Intendentes que se habían afiliado al radicalismo K están desertando en masa. Alrededor de sus ciudades del interior -y en sus propias ciudades- la economía se marchita.
Cayó la recaudación, la cadena de pagos se cortó en muchos lugares, la construcción sufrió un síncope fulminante y la venta de maquinarias agrícolas descendió hasta esfumarse. Defender al Gobierno en tales condiciones sería el gesto de un suicida político. Y los políticos no se suicidan, no conscientemente al menos.
El único hombre importante del oficialismo que se mantuvo dentro de la disciplina impuesta fue el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, que se negó a recibir a una entidad agropecuaria. Raro: el mandatario había diferenciado claramente su discurso conciliador del discurso confrontativo del gobierno nacional.
Cuando se trata de la provincia de Buenos Aires hay que averiguar, antes que nada, si cuenta con recursos propios para pagar los salarios de la administración. Muchas veces depende de la asistencia nacional para llegar a fin de mes. La explicación podría ser financiera, entonces, y no política.
La presión del gobierno nacional es fuerte. El gobernador de La Pampa, Oscar Jorge, desconoció ayer un compromiso para reunirse con los dirigentes agropecuarios. La Pampa es una de las provincias más afectadas por las retenciones al campo. "Nosotros no tenemos industrias para compensar", suele decir el líder histórico del peronismo pampeano, el actual senador nacional Rubén Marín. No importa. El kirchnerismo obliga a los políticos a darles la espalda a sus propios intereses.
En el Gobierno, ese páramo donde ni siquiera entra la realidad, resalta D Elía. El líder de las fuerzas de choque oficialistas se reunirá con Guillermo Moreno en los próximos días para organizar el control de precios en los supermercados.
"Ustedes serán la variable de la inflación", les anticipó Moreno a las principales cadenas de supermercados. D Elía apareció al día siguiente en las oficinas del poderoso secretario de Comercio Interior.
Moreno y D Elía significan una alianza digna de la estrategia de Néstor Kirchner: meter miedo ante la adversidad. El miedo no dura mucho en sociedades como la argentina y en sistemas políticos como la democracia.
"Sólo a Parrilli se le ocurre llamar a los piqueteros para controlar los precios." La frase, dicha por un funcionario importante en alusión al secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, no carece de ingenuidad. Es cierto que el ex presidente Kirchner le encomendó a Parrilli que mantuviera contactos cotidianos con los grupos de ex piqueteros. Pero Parrilli no sacaría los piqueteros a la calle, y menos para agredir a los supermercados, sólo en homenaje a una idea personal.
En la soledad, Kirchner está echando mano a lo poco que le queda en serio.