Desde su aparición en La Noticia Rebelde en 1986, le aportó a la TV más de dos décadas de íconos del humor como “Peor es nada” y “La Biblia y el Calefón”. La tele, de luto
Por Roberto Aguirre Blanco
La historia de la TV en Argentina tiene ciclos que fueron un quiebre en su manera de llegar al público, en más de cinco décadas muchos de esos programas se convirtieron en clásicos, y sin dudas el que encabezó Jorge Guinzburg en 1986 –“La Noticia rebelde”—fue uno de ellos.
En horario central, de 19.00 a 20:00, todos los días, por la fría pantalla de ATC, Guinzburg junto a sus socios ideales, Carlos Abrevaya, Adolfo Castello, Jorge Becerra y un juvenil Nicolás Repetto, rompieron con los esquemas de las informaciones diarias hasta ese momento
Ese programa marcó el hito de contar las noticias desde una mirada de humor irreverente, a veces ácido, y fue una verdadera revolución para la televisión de los años ochenta.
Los picantes reportajes que hacía junto a su socio en la historieta “Diógenes y el Linyera” –Abrevaya—son hoy todavía momentos irrepetibles en la televisión, y el “pasando revista” y las notas en al calle con preguntas con doble sentido un modelo de humor que aún en el presente se usan con mucha efectividad.
Luego de ese momento, llegó la separación del grupo, que incluyó peleas entre algunos de sus socios, y ya, independiente, buscó crear su propio camino con el humor en las huestes de canal 13.
Tras la ruptura de “La Noticia Rebelde”, hizo en 1988 “Penúltimo Momento”, un “programa de futuro incierto” y que apenas duró seis meses por el viejo Canal 2.
En 1989 hizo un ciclo con poca suerte junto a Castello y ya en 1990, comenzó “Peor es Nada” con un humor irreverente, difícil de entender en los primeros tramos del ciclo, que compartió con Horacio Fontava y el músico Leo Masliah.
Fue a partir de 1992, ya solo con el “negro” Fontova y con la estructura de personajes, imitaciones y reportajes atrevidos –quien no se acuerda de la pregunta “¿cómo fue la primera vez?—que “Peor es Nada” se convirtió en un éxito en la ya privatizada señal del barrio de Constitución.
Cuatro años de programas le permitió escribir otros, producir algunos más y llegar a uno de sus grandes éxitos como fue “la Biblia y el Calefón”, que se vio por primera vez en 1997 en América.
En el nuevo milenio, sin dejar de escribir, ser periodista con notas destacadas en “Clarín”, Guinzburg llegó a la pantalla caliente de Telefé con dos programas de preguntas y respuestas que se llamó el “Legado” y que por supuesto fue otro éxito.
Sin dudas, cuando 2005 le propusieron hacerse cargo de la mañana de canal 13, el periodista supo que estaba ante su mayor apuesta profesional: convertir el segmento más pobre de la programación de la televisión nacional en un atractivo más.
Y lo logró, a base de buen periodismo, mucho humor y la calidez que siempre supo llevar adelante desde su llegada a la pantalla chica. “Mañanas Informales” arrasó con todos los premios de la industria en los tres años que fue al aire, y además tuvo la impronta de armar un elenco homogéneo, sin su figura como atracción.
Así, Federica País, Gustavo Recondo, el recordado Mario Mazzone Osvaldo Bazán y el payaso “Mala Onda” convirtieron a las mañanas televisas en una quermese muy divertida.
El segmento horario se transformó desde ese momento en una atracción para los televidentes y generó la competencia de todos los canales que ahora tiene programación desde las 7.00 de la mañana hasta el mediodía con altos índices de rating.
Este año había retomado el viejo éxito de “la Biblia y el Calefón”, con nuevos invitados y el eterno humor de “primera clase” y rapidez mental que caracterizó a Guinzburg.
Por su parte, en la señal de cable “Encuentro” realizó en el último año un documental recorriendo parte de América, donde demostró sus cualidades periodísticas y de narrador de historias.
El hombre que hace menos de un año se afeitó su emblemático bigote en cámara para pagar una apuesta con un compañero, el que con su metro 58 se vestía de “El Zorro” en Peor es Nada o se transformaba en “el pastor evangélico centroamericano”, dejó una huella imborrable, como a los grandes, hoy la tele lo comenzará a extrañar, y si ve que se empaña la pantalla de su TV, entiéndala, debe estar llorando de tristeza.