El gran cómico murió el 5 de marzo de 1988 al caer de un undécimo piso en Mar del Plata. Pero doce años antes había tenido su primera "muerte" mediática, de la cual se recuerda poco y sobre la que Asteriscos.Tv da detalles en esta producción especial que recuerda al Capitán Piluso
Por Roberto Aguirre Blanco
El 5 de marzo de 1988 amaneció nublado en Mar del Plata y gran parte del país, y ese despertar gris tuvo la ingrata noticia que conmovió a millones de argentinos: la muerte del mayor actor cómico de la modernidad: Alberto Olmedo.
La caída libre desde un piso 11, en un edificio de departamentos frente a Playa Grande en Mar del Plata, en un hecho confuso, fue el epílogo para la vida de un hombre que con sus personajes inolvidables y su histrionismo llenó de picardía y alimentó el humor de un país por más de tres décadas.
Esa fue su muerte oficial, sin embargo, 12 años antes, tuvo otra muerte, está vez mediática, que causó por un tiempo prolongado la misma sensación de estupor y perplejidad que se manifestó hace ya dos décadas.
El 3 de mayo de 1976 comenzaba en Canal 13 la cuarta temporada del gran éxito televisivo de ese momento de Olmedo, el programa humorístico “El Chupete”, que lo tenía como principal estrella rodeado de otras grandes figuras.
Sin la guerra de los rating como en el presente, y sin necesidad de los golpes de efecto que hoy se ven en la televisión, Olmedo ideó una broma muy pesada que le terminó costando muy caro.
A las 21:01 de ese lunes, cuando millones de argentinos se aprestaban a ver el programa, un locutor en off anunció que “lamentablemente el actor Alberto Olmedo había desaparecido”, y agregó, con tono fúnebre que “Por ese motivo el programa no saldrá la aire. Este hecho nos ha llenado de consternación” terminó de decir el anunciador.
En ese marco, se había decidido pasar un viejo tape para recordar al actor y se veía a sus compañeros de elenco: Ernesto Bianco, Dorys del Valle, Emilio Disi, Juan Carlos Calabró, entre otros, probándose el vestuario del bufo.
Diez minutos después, cuando las radios y las agencias de noticias llenaban espacios con la “mala nueva”, con su sonrisa pícara, Olmedo apareció detrás de cámara, “sorprendiendo” a sus compañeros y a los conmovidos espectadores diciendo: “¡Qué pasa, no se puede llegar tarde?”.
La humorada le costó cara al “negro”, el programa fue levantado antes del último bloque y una semana después el Canal 13, que ya por los efectos del Golpe de Estado de 1976 era manejado por la Marina, le rescindió el contrato a todo el elenco, además que el COMFER sancionó a la señal con la perdida de tres horas de publicidad semanales.
De nada sirvió que Olmedo pidiera perdón por los diarios una semana después, ni el “mago Ucraniano” su gran hallazgo como personaje en “El Chupete” lo pudo salvar, y por esta broma no pudo trabajar en continuidad en la televisión hasta 1980 cuando regresó con Susana Giménez, por el mismo canal.
En tanto, la historia de la noche de la tragedia final contó que se reunió en ese departamento de Mar del Plata con su mujer, Nancy Herrera, de quien estaba separado desde hacía un año y en plan de reconciliación y que, en ese encuentro el bufo se enteraría del embarazo de ella.
En el festejo, con varias copas de champagne en su sangre, Olmedo quiso jugar al equilibrista, recordando su pasado circense en su Rosario natal. Se subió a la baranda del balcón, trastabilló y no pudo sostenerse ni con la ayuda de su mujer, quien fue testigo en primer plano de la caída libre del actor.
Olmedo se mató cuando tenía 54 años y estaba en la cima de la popularidad, llenando teatros en Buenos Aires y Mar del Plata y con su ciclo “No toca Botón” como el programa más visto de la televisión argentina.
Dos días antes de su fatídico accidente había estrenado su última película, “Atracción Peculiar” –la número 44 de su carrera-- donde regresaba a trabajar en el género picaresco con su amigo y socio Jorge Porcel.
En ese film, el momento de mayor hilaridad era cuando Olmedo, vestido de mujer, hacía equilibrio en la cornisa de un edificio de Mar del Plata para escapar de las garras de un marido celoso. En el cine, por supuesto, el argentino “pata de lana” más pícaro se salvó.