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21 de noviembre de 2024
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¿Sabía el Papa que Fidel renunciaría a la presidencia?
La conmoción mundial originada por la renuncia de Castro a la presidencia de Cuba y la visita a la isla de la mano derecha de Benedicto XVI hace lugar a especulaciones
21 de febrero de 2008
Por Iván Damianovich

La historia tiene capítulos inescrutables. La conmoción mundial originada por la renuncia de Fidel Castro a la presidencia de Cuba está oculta detrás de un velo que sólo permite establecer la precariedad en la salud del líder socialista pero impide conocer los detalles de una decisión que, por coincidencia o providencia, tiene a la Iglesia católica en un lugar de curioso protagonismo.

Juan Pablo II llegó a Cuba el 21 de enero de 1998. A poco de pisar el aeropuerto José Martí lanzó una histórica frase que hoy, más que nunca, resuena en todas partes: “Que Cuba abra sus posibilidades al mundo y que el mundo se abra a Cuba”.

En la isla estaba todo dispuesto para celebrar el décimo aniversario de la trascendental visita papal pero, por diferentes motivos, los festejos se pospusieron hasta esta semana, cuando llegaría el número dos de Benedicto XVI, el cardenal Tarcisio Bertone, a Cuba para presidir las ceremonias.

El secretario de Estado vaticano aterrizó en la isla tres días antes de un hecho inédito en ese país: el domingo se elegirá un nuevo presidente y no será Fidel.

El nuevo escenario político de Cuba es interpretado por estas horas por miles de analistas de todo el mundo, dirigentes políticos de diferentes ideologías y la propia Iglesia.

La coincidencia del viaje de Bertone a Cuba con el histórico renunciamiento de Castro a la presidencia permite especular con la idea de que en el Vaticano se manejaba cierto grado de información sobre el tema. Pese a todo, desde Roma salieron en las últimas horas a aclarar que la visita tiene carácter “pastoral y no político”.

La relación del régimen castrista con la Iglesia católica atravesó en casi 50 años diferentes etapas. Sin dudas, el viaje de Juan Pablo II fue el punto de inflexión para reencausar las complejas relaciones. Desde entonces, los católicos de la isla pudieron manifestar más libremente su fe.

A diez años de aquel viaje, el líder de la revolución, educado en la fe católica por los jesuitas, transita los últimos días de su vida y toma una decisión con la que se especuló durante décadas. ¿Se la habrá anticipado al Papa? Es posible que jamás se sepa esa respuesta.