En Argentina también se festejó
Miles de automovilistas hicieron sonar sus bocinas en distintas ciudades del país. Millones de argentinos son descendientes directos de italianos
9 de julio de 2006
Miles de automovilistas saludaron con sus bocinas este domingo en las principales ciudades de Argentina, la consagración de Italia como campeón mundial de fútbol en Alemania, y centenares se reunieron a festejar en el Obelisco y otros puntos de Buenos Aires.
"¡Siamo campioni, siamo campioni!", gritaban enfervorizados los tifosi con banderas verdes, blancas y rojas, y vestimentas y pintura facial al tono, junto al monumento porteño, tradicional epicentro de las celebraciones deportivas en Argentina.
El Club Italiano, en el barrio porteño de Caballito, fue el principal de los varios reductos donde los tanos, como los llaman cariñosamente los argentinos, sufrieron y gozaron con el vibrante partido en Berlín, exhibido en pantalla gigante.
La celebración estalló cuando Fabio Grosso ejecutó el disparo decisivo en la definición por penales.
Los hinchas, entre ellos inmigrantes, descendiente y también turistas de vacaciones en Argentina, liberaron toda su emoción por el tetracampeonato en un festejo sin distinción de edades ni de sexos que se volcó a algunas plazas, como el parque Rivadavia, e hizo centro en el Obelisco.
Adultos y niños, varones y mujeres bailaron y cantaron eufóricos, algunos vistiendo las camisetas de sus ídolos de la selección campeona con los números 10 de Francesco Totti y 7 de Alessandro del Piero.
Por consanguinidad en muchos casos y pero también por gratitud por haber eliminado antes a Alemania que fue el verdugo de Argentina en cuartos de final, muchos locales se sumaron al festejo coreando "I-ta-lia, I-ta-lia", y también se vieron banderas celestes y blancas en la fiesta del Obelisco.
En Argentina viven unos 500 mil italianos y cientos de miles de descendientes, resultado de la corriente migratoria más importante después de la española, que generó la segunda colectividad peninsular en el exterior después de la de Estados Unidos.
En contraste, la desazón se abatió sobre unos doscientos franceses que se reunieron a ver ante una pantalla gigante la final del torneo ecuménico en la sede de la Alianza Francesa de Buenos Aires.