Por Adrián Taccone
Un canto sagrado al esfuerzo y al sacrificio
14 de septiembre de 2009
El tenis, se podrá decir, es un deporte que pocas veces da alegría de las grandes a los argentinos, aunque muchas veces el nombre de alguno de los deportistas más importantes pudieran inscribir en letras doradas sus apellidos.
El camino de Juan Martín Del Potro, este chico de 20 años oriundo de Tandil, fue impecable en busca de la conquista del Abierto de los Estados Unidos, un logro que un argentino no conseguía -en la rama masculina- desde 1977, cuando el gran Guillermo Vilas lo logró frente a Jimmy Connors.
El argentino no sólo consiguió el título en una de las mecas del tenis mundial, sino que lo hizo ganándole la semifinal al español Rafael Nadal y al más grande tenista de todos los tiempos, el suizo Roger Federer, en una final para la historia.
"Yo tenía dos sueños en mi vida: ganar este torneo y ser como vos", le dijo Del Potro a Federer, pocos minutos después de alcanzar la gloria.
El esfuerzo y el sacrificio, como todo deportista que quiere alcanzar el Olimpo, son la base de su carrera, y Del Potro logró sobreponerse a momentos duros en su vida tenística, como la final de Copa Davis perdida ante España en Mar del Plata, y algunos malos resultados que tuvo en el inicio profesional.
La foto con lágrimas y el trofeo del torneo, en el mítico estadio Arthur Ashe, quedará grabada en la retina de todos los argentinos y del mundo tenístico entero que vio el nacimiento -tal vez- de un nuevo ídolo del centenario deporte blanco.
Podrá ser ahora que Argentina, como país y equipo, pueda volver a tener un conjunto interesante y competitivo para afrontar la Copa Davis, el único torneo que se debe en este deporte.
Ojalá que el presente de Del Potro se replique y no quede en un espejismo.