Por Adrián Taccone
Morir con la frente alta
4 de junio de 2008
Las derrotas siempre duelen, pero también debe reconocerse que las formas en que se padecen tienen un sabor diferente, si la misma lleva aparejada una entrega, un sacrificio y una actitud positiva de cara al objetivo final.
Seguramente a los hinchas de Boca le servirán de poco los consuelos, tras el 3-1 que el equipo recibió ante el Fluminense en el estadio Maracaná, en las semifinales de la Copa Libertadores, que decretaron la eliminación de los argentinos en la edición 2008.
Sin embargo, al hacer una lectura final sobre lo sucedido, se puede decir que Boca "murió con la frente alta". Entregando todo lo que tenía de sí. Apostando al juego colectivo, a la actitud ofensiva y para nada timorata.
En determinado momento el técnico Carlos Ischia interpretó que era mejor perder ir a buscar el empate con menos defensa, jugando con tres delanteros y correr el riesgo de perder por una cifra más abultada.
La experiencia y la capacidad de producción de este equipo que tiene a hombres como Martín "eterno goleador" Palermo o Juan Román Riquelme, como estandartes, no dieron nunca el partido por perdido, ni aún cuando la adversidad en el marcador era algo estipulado.
Luego del fortuito 2-1, Boca generó muchas acciones de gol ante el arco defendido por un eficiente Fernando Henrique, y por momentos hizo enmudecer a 70.000 almas tricolores en Río de Janeiro.
Cuando uno asume riesgos en partidos de este estilo, puede elegir quedar afuera con poco vuelo o siendo un león herido que lucha hasta el final.
Este Boca del siglo XXI nunca ha dejado pasar oportunidades, y salvo en la final del Mundial de Clubes ante el Milan (en 2007, cuando cayó 4-1), pocas veces se lo vio superado en todas sus líneas en instancias decisivas.
Ya habrá tiempo para pensar si este Boca necesita algún recambio, un refuerzo o algún replanteo. Por ahora el pueblo "xeneize" debe estar triste, pero también orgulloso, que al fin de cuentas, no es poca cosa.