Por Adrián Taccone
Boca y Riquelme, el uno para el otro
20 de junio de 2007
Sin lugar a dudas Boca es "el lugar en el mundo" de Juan Román Riquelme, porque en ninguna otra parte puede sentirse mejor, jugar mejor y coronar un presente plagado de fútbol como lo es vistiendo la camiseta azul y oro.
Lo hecho por Román en el estadio de Porto Alegre ante el Gremio no tiene palabras para describirse, o sí, decir sencillamente que fue "espectacular".
Todo el partido, lo que es la parte resolutiva del mismo que fue el segundo tiempo, se vivió al ritmo que impuso el propio joven oriundo de Don Torcuato, con su gambeta, sus pausas y su dirección de equipo, que le sirvieron a Boca para alzarse la sexta Copa Libertadores.
Con un golazo que solo jugadores de su estirpe pueden marcar, abrió la cuenta para el posterior triunfo "xeneize" que rubricó él mismo al comandar un contrataque, ceder a Rodrigo Palacio y ante el rebote del arquero Sebastián Saja, enviar el balón otra vez al fondo de la red.
El juego desplegado le permitió ser considerado el mejor jugador del partido, llevarse un automóvil impresionante y ganarse la tapa de todos los diarios, tal como sucedió hace seis o siete años, cuando el joven veinteañero lideraba al Boca conducido por Carlos Bianchi.
Este Riquelme tiene más sapiencia, más visión de juego y un panorama que muchas veces se le reclamó en otros ámbitos, como pasó en Barcelona o la selección argentina, lugar -éste último- al que volverá para tratar de conducir un grupo de jugadores que quiere dejar de ser promesa.
Sin embargo, pese a que a Riquelme se lo ubica en tal o cual lugar en el planeta fútbol, todo hace pensar -a la luz de los resultados y de las producciones- que ese sitio tiene un solo destino final, la pasión que significa Boca.
Ahora será el tiempo de saber qué pasa con su futuro, los hinchas ya comenzaron a hacer una colecta para tratar de retenerlo un tiempo más. Román llegó para cumplir y cumplió con creces.