Por Adrián Taccone
El mellizo merecía otra despedida
15 de abril de 2007
Los ídolos, esos que los hinchas y fanáticos adoptan como un miembro más de su familia, a los que bancan en las malas, y les agradecen las buenas, son contados con los dedos se las manos en este fútbol argentino tan vertiginoso, olvidadizo y hasta incrongruente.
Por ese los escasos cinco minutos que el entrenador de Boca, Miguel Angel Russo, le dispensó al mellizo Guillermo Barros Schelotto en el superclásico ante River, fueron más una actitud demagógica para con los hinchas que un deseo y una necesidad, y olvidándose de una trayectoria de 10 años en el club "xeneize".
El mellizo merecía otro trato, que duda cabe. Pero ese mensaje Russo no lo entendió nunca y el público de Boca tomó partido, con banderas de apoyo al ídolo.
Guillermo casi con seguridad seguirá su carrera en el fútbol de los Estados Unidos, una liga que intenta resurgir a toda costa, y en donde el mellizo podrá mantener los minutos que reclama para jugar y además engrosar sus arcas.
Sin embargo, la despedida del público de Boca debería haber sido de otra manera, sobre todo con un superclásico a la vista.
Russo decidió colocar al experimentado delantero -quien más títulos ganó en la historia de Boca,- solo en los últimos cinco minutos, algo escaso y que el propio jugador se preocupó en resaltar.
Los ídolos no nacen, se hacen, y el cariño de la gente de Boca para con el mellizo quedará inalterable, más allá de todo nombre propio que parece ir en contra de ellos.