Por Adrián Taccone
Y comieron perdices...
31 de julio de 2006
Como si fuera un cuento de hadas o de héroes épicos, la novela el regreso de Alfio Basile como entrenador de la selección argentina tuvo su final feliz, y dejó a todos contentos.
A Basile por poder volver al lugar que ocupó entre 1990 y 1994, para poder tomarse revancha de lo que significó un fracaso mundialista marcado por cuestiones extra futbolísticas, como fue el dóping positivo de Diego Maradona.
A la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), es decir, a Julio Grondona, porque tiene el entrenador que quiere, aunque en un principio intentó convencer en vano a José Pekerman para que continuara en el cargo, pese a que el ex técnico de los seleccionados juveniles había anunciado su dimisión tras la eliminación en el Mundial de Alemania 2006.
A Boca, y a su presidente Mauricio Macri, porque de esta manera tiene un poco más de márgen para poder encontrar el reemplazante del "Coco", en un banquillo que parece estar "embrujado" en los últimos tiempos y que pocos quieren enfrentar, dadas las consecutivas negativas de Diego Maradona, Marcelo Bielsa y Ricardo La Volpe, para asumir el cargo.
Al fin de cuentas, Basile será el técnico de la selección a partir del 15 de septiembre, previo haber dirigido a Boca en las seis primeras fechas del torneo Apertura de primera división y en la trascendental Recopa Sudamericana, frente al San Pablo -los días 6 y 13 de septiembre- para tratar de conseguir una estrella más al firmamento boquense.
"Arreglamos todo en media hora", dijo Basile, con la sonrisa a flor de piel, sin ocultar que estaba bien en ambos lados, pero con tiempo para aclarar: "Sigo hasta el 15...y nada más", con ese vozarrón que es marca registrada.
Se podría decir que el final del "culebrón" Boca-Basile-Selección se pareció a los epílogos de cuentos llenos de magia, como cuando el príncipe encuentra a Cenicienta y le calza el zapatito, o ese otro monarca que despierta a Blancanievas con un beso.
Las sonrisas se dispararon por todos lados. Grondona, Macri y Basile, al fin y al cabo, son felices...y comieron perdices.