Siete barrabravas del Milan quedaron hoy bajo arresto, cuatro de ellos en prisión y el resto en sus domicilios, acusados de amenazas, chantaje e intento de extorsión contra los dirigentes del club italiano.
Entre los detenidos hay integrantes de una nueva facción de la barra brava, denominada "Guerreros Ultras", pero también de la "vieja guardia", como Giancarlo Capelli, de 59 años, líder de las "Brigadas Rojinegras" y conocido por todos como el "Barón".
Según los fiscales, Capelli presionaba a los dirigentes para obtener ventajas en términos de reparto de entradas y gestión del mercadeo del Milan para su facción.
La aparición en escena de los "Guerreros Ultras", también estaba ligada al reparto del dinero, disputa por la cual habrían amenazado y extorsionado a dirigentes del Milan, que denunciaron el hecho el 17 de mayo mediante su vicepresidente, Adriano Galliani, que hoy se llamó a silencio.
Por eso, la justicia ordenó hoy la detención de varios integrantes de esa facción, entre ellos su cabecilla Giancarlo Lombardi, de 32 años y conocido como "Sandokán", todos ellos acusados de intento de extorsión, entre otros delitos.
Además de "Sandokán", también fueron arrestados Mario Diana, de 40 años; Claudio Tieri, de 33, y Federico "Pablo" Zinguerenke, de 31, acusados además por el Lanzamiento de bengalas y petardos en el estadio Giuseppe Meazza.
Según los fiscales encabezados por Luca Poniz, los movimientos de ambas facciones respondían a un "plan criminal preciso" que apuntaba en un caso a obtener reconocimiento entre los hinchas y en el otro la hegemonía en del manejo de fondos.
Ese dinero procede de negocios montados en torno al estadio Meazza y de la reventa de entradas que Milan concedía en forma gratuita o a precios irrisorios por un antiguo acuerdo con grupos de hinchas caracterizados.
El grupo de Sandokán, según los fiscales, amenazaba constantemente -a través de Tieri- a los dirigentes del Milan para obtener beneficios, so pretexto de no provocas desmanes que derivasen en sanciones económicas para el club.
La negativa del club a "negociar" con esa facción de la barra brava derivó en desmanes, como el lanzamiento de bengalas y petardos, que le costaron al Milan unos 22.000 euros.
Las amenazas, explicaron las autoridades, se incrementaron en vísperas de la final que Milan jugará mañana ante Liverpool por la Liga de Campeones en Atenas.
A pesar de esto y de la denuncia que luego presentaría, Galliani había afirmado el 6 de enero "no haber mantenido, ni mantener algún tipo de relación con los fanáticos radicalizados".
Por entonces, el dirigente sí reconocía haber sido informado en noviembre por la responsable de la gestión del estadio de la existencia de un grupo conocido como "Guerreros Ultras" que reclamaba una reunión con las autoridades del club.