Por José Calero
Macri y la primera "guerra" del 2008
6 de enero de 2008
La decisión del jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, de meter el dedo en una de las llagas más grandes de la Ciudad de Buenos Aires, los hasta ahora intocables cargos partidarios, representó la primera "bomba política" del 2008, y genera incertidumbre en 3 millones de ciudadanos rehenes de un conflicto que promete ser de largo aliento.
Macri asegura haber interpretado el voto popular que lo erigió como jefe de Gobierno hace ya demasiados meses, al no renovar contratos de unas 2.000 personas que desarrollaban tareas dudosas en la órbita de la Ciudad.
La movida, de alto impacto, encontró rápido rechazo entre el aparato sindical, que reaccionó con virulencia aún mayor cuando el líder de PRO subió la apuesta y decidió intervenir la obra social de los municipales, una "caja" sensible en la que el macrismo intentará recalar esta semana, ya que el viernes último se lo impidieron a puro topetazo sindical.
El gobierno, a través del kirchnerismo porteño que regentea el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y el líder de la CGT, Hugo Moyano, enseguida hicieron causa común con las huestes municipales al mando del "histórico" Amadeo Genta, en una jugada a dos puntas.
Moyano dio una fuerte señal de lo que es capaz de movilizar un sindicalismo enojado y paralizó el centro porteño con su acto en la Plaza de Mayo en el que denunció un intento de "genocidio laboral", mientras que los diputados kirchneristas ya se preparan para no dar quórum al intento oficialista de tratar la intervención de la obra social municipal en la Legislatura.
Curiosa imagen dio el líder camionero en la histórica Plaza, ya que algunos comentaban con acidez que si bien fue una señal hacia Macri, bastaría con dar vuelta el palco para llevar esa protesta a las propias narices de la Rosada, si el diluido Pacto Social no se traduce en aumentos salariales satisfactorios a partir de marzo.
Pero el jefe de la CGT deberá tener también un oído en la ciudadanía, que viene manteniendo un juicio duro sobre el sindicalismo y cuestiona sus metodologías de protesta, como le tocó padecer en carne propia a Gerardo Martínez, el líder de los obreros de la construcción que debió disculparse por los trastornos provocados por sus protestas hace algunos días.
Con el fenómeno piquetero en retroceso, la protesta callejera sistemática empieza a dar algunos signos de fatiga, que tal vez permitan ingresar en un nuevo tipo de construcción política, más basado en la propuesta que únicamente en el reclamo.
El acto de Moyano contra Macri no hizo olvidar a Cristina que casi el mismo día en que asumió el camionero le buscó marcar la cancha, llegando a mencionar, incluso, la posibilidad de ubicarse en la vereda de enfrente si las exigencias salariales no eran atendidas.
Igual, la movilización gremial sirvió para que las peores pesadillas de la novata dirigencia del PRO -una oposición con apoyo presidencial haciendo la vida imposible a Macri para que no pueda gobernar- reaparecieran en estos calurosos días de inicio de año, donde por unas horas la Casa Rosada pareció correrse del centro de la escena política, para dejarlo aún más en evidencia al ex presidente de Boca.
"No somos futbolistas", bramó desde la Plaza de Mayo el cacique municipal Amadeo Genta, en un discurso que reflejó que la oposición aprovechará discursivamente hasta donde pueda el reciente pasado de Macri como presidente de Boca.
Parece asistirle razón al jefe de Gobierno cuando pretende reordenar el heterogéneo tejido de empleados públicos que tiene la Ciudad, porque apunta a atender el reclamo de la ciudadanía porteña de terminar con los "ñoquis" que durante décadas vinieron engrosando la plantilla comunal y esquilmando los bolsillos de los habitantes de la Ciudad.
Pero la duda es si Macri cuenta con la suficiente "espalda" para sostener semejante audacia, o deberá retroceder algunos pasos y sentarse a "discutir" la medida con el gremio, lo cual podría desgastar en forma prematura su capital político.
Mientras las calles porteñas hervían a pocos metros de su despacho, la presidenta Cristina Fernández inició un descanso en El Calafate, durante el cual buscó mostrarse relajada e incluso sorprendió dedicándose a la jardinería, tal vez para confirmar que la Argentina atraviesa uno de los veranos más tranquilos para el Poder Ejecutivo Nacional de que se tenga memoria.
Con la economía creciendo a pleno y una oposición reducida a su mínima expresión, Cristina parece tener todo bajo control, al menos en esta primera mitad del año, donde seguramente buscará mantener a raya la inflación y, tal vez, avanzar en el frente externo sellando un acuerdo de renegociación de deuda con el Club de París para cuando llegue el invierno.