Por José Calero
Precios: un acuerdo a las apuradas y con plazo fijo
16 de octubre de 2007
Por necesidad electoral, el gobierno echó mano de todo su poder de fuego para convencer a supermercadistas, almaceneros y mayoristas de suscribir el enésimo acuerdo de rebaja de precios, que nuevamente deja más dudas que certezas.
A los empresarios no les quedó otra que aceptar, dispuestos a sacrificar por un par de meses algún punto de rentabilidad a cambio de evitar roces con un gobierno que se va pero puede ser reemplazado, según indican las encuestas, por otro del mismo signo, en realidad del mismo "matrimonio".
Igual, admiten por lo bajo que este nuevo acuerdo es a plazo fijo, y vence el 10 de diciembre, porque apenas el sucesor, o sucesora, de Néstor Kirchner esté sentado en el Sillón de Rivadavia, habrá que "barajar y dar de nuevo".
Lo curioso es que esta vez los "hombres que forman los precios" no parecieron tan convencidos como en otras oportunidades de la conveniencia de suscribir este acuerdo, y algunos lo hicieron a regañadientes.
"La verdad es que no sé por qué el gobierno no admite que la inflación es del 1,2 por ciento mensual", admitió un alto ejecutivo de una de las principales cadenas supermercadistas que operan en el país.
Es que, tanto desde el sector empresario como desde los consumidores, se descuenta que la inflación al menos duplica la que informa el INDEC, y que el costo de vida "real" concluirá el 2007 cerca del 20 por ciento.
El destape del tomate, como antes había ocurrido con la papa, dejó algunas enseñanzas "de mercado" a las autoridades económicas.
Es que lo que pocas veces pudo lograr el empecinamiento del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, en ejercer un poder de policía sobre los precios, lo consiguieron un grupo de entidades de defensa del consumidor que largaron un potente boicot que rápidamente contribuyó a poner en su lugar el valor de producto estrella de las ensaladas argentinas.
Néstor Kirchner percibió enseguida por donde iba la cosa y por eso salió a apoyar el boicot lanzado por los consumidores, e incluso los alentó a llevarlo a cabo con cualquier producto que aumente en forma descontrolada.
Los especialistas vienen advirtiendo que la política de control de precios está signada por medidas artificiales y espasmódicas, de dudosa efectividad, que tras las primeras semanas de ebullición dejan de surtir efecto.
Por eso, será interesante que las entidades de defensa del consumidor verifiquen con rigurosidad si la rebaja anunciada se aplica en 400 productos clave, y si se mantiene a pie firme al menos hasta el 10 de diciembre.
En círculos políticos y económicos se comentaba que fue un error haber puesto esa fecha como tope, porque refuerza la idea -siempre presente en la cabeza de los afligidos argentinos- de que después de la asunción del nuevo presidente puede haber problemas, o al menos algún cambio brusco.