Los agentes económicos aguardan señales claras y contundentes de que se frenará el gasto público y la emisión monetaria descontrolada, como herramientas para desacelerar la inflación y las presiones para devaluar
La baja del dólar y la suba de los bonos con las que el mercado recibió el nombramiento de Sergio Massa refleja una bienvenida con condiciones para un dirigente de sólidos lazos con el establishment.
Pero los agentes económicos aguardan señales claras y contundentes de que se frenará el gasto público y la emisión monetaria descontrolada, como herramientas para desacelerar la inflación y las presiones para devaluar.
Dicen que Massa quedó satisfecho con la primera reacción del mercado y hasta se animó a jugar una broma en medio del tembladeral que es la economía argentina.
Mientras las pantallas informaban el viernes que el dólar perforaba el piso de $300, entre risas Massa pedía que "pare de bajar".
Hace bien en buscar momentos de distensión, porque el estado de la economía argentina no le dará respiro ni mucho tiempo para relajarse.
Enfrentará, sólo en septiembre, un billón de pesos en vencimientos de la deuda local. Lo positivo es que gran parte de esos compromisos están en manos de la ANSES. Lo negativo es que si esa deuda se complica las consecuencias la sufrirán los futuros jubilados y pensionados.
Metas con el FMI En el mercado creen que Massa no tendrá inconvenientes en cumplir las metas fiscales, de financiamiento monetario y de acumulación de reservas de junio. Esto permitirá que el FMI desembolse US$ 4.100 millones para septiembre.
Así, agosto se convierte en un mes decisivo para superar esta crisis financiera y cambiaria, por lo que el nuevo ministro deberá echar mano de su poder de seducción con el objetivo que el campo liquide parte de la cosecha que atesora. Ya comenzó ese operativo en paralelo a la fiesta de apertura de la Exposición Rural, cuando dialogó con el titular de la entidad, Nicolás Pino, y le dijo que se venían anuncios para el campo.
Quienes rodean a Massa son conscientes de que hará falta mucho más que la medida anunciada por el Banco Central para convencer a los productores de vender la soja que tienen atesorada en los silobolsas.
Con el objetivo de fortalecer las reservas, Massa vería con buenos ojos la posibilidad de negociar un crédito con países petroleros que tienen alta liquidez, entre los que se menciona a Arabia Saudita.
Una posibilidad similar se abre con Rusia, interesado en fortalecer lazos con América Latina mientras consolida su invasión a Ucrania.
También se baraja la posibilidad de solicitar pagos a cuenta a las cerealeras para que el Estado pueda recaudar dólares por adelantado, una estrategia que ya se aplicó durante el segundo gobierno de Cristina Kirchner, a través de una medida de la AFIP.
Con esa jugada, se podría echar mano a unos US$ 1.500 millones, estiman cerca del nuevo ministro.
Bancos de inversión creen que Massa apelará una devaluación gradual pero más acelerada.
El objetivo sería llegar a septiembre con una depreciación del 30% del peso, similar a la que ya se negocia en los mercados de futuros, donde se pacta el valor del dólar de acá a dos meses.
En ese mercado hay casi US$ 8.000 millones pactados, una cifra muy alta para una economía del tamaño que tiene la Argentina.
Pero más allá de las especulaciones, serán claves las medidas adoptadas en las primeras dos semanas de gestión, como el propio superministro se ocupó de adelantar.
Esas medidas se empezarían a conocer el miércoles, luego de que el martes la Cámara de Diputados acepte su renuncia y, al día siguiente jure en el cargo.
Banco Central y dólar Massa buscará también aumentar su injerencia en el Directorio del Banco Central, donde espera ubicar a un hombre de estrecha confianza.
Miguel Pesce seguirá al frente por ahora de la autoridad monetaria, pero Massa quiere tener información de primera mano sobre el manejo de la mesa de dinero del BCRA, algo que intentó Martín Guzmán, sin suerte.
Massa cree que no alcanza con el régimen especial para la soja creado por el BCRA, y que habría que reforzar el incentivo para que los chacareros vendan sus cosechas.
En el mercado esperan, además, un desdoblamiento cambiario, por el cual determinados bienes se pagarían a un dólar más cercano al MEP o al Contado con liqui.
También se aguarda una suba mayor de tasas y decisiones concretas que permitan comprobar la intención de recortar el gasto público en todos los niveles del Estado.
Las reservas cayeron en US$ 4.500 millones durante julio, un dato muy negativo que Massa y su equipo no quieren repetir en agosto.
También se buscará achicar la brecha cambiaria, que está en niveles del 130% y es uno de los puntos más cuestionados por los técnicos del FMI.
Pero una de las señales más contundentes que pretende dar Massa está vinculada con la reducción del déficit fiscal. Allí la tarea será titánica.
Un informe de la Oficina de Presupuesto del Congreso advierte que durante el primer semestre el gasto público creció 9,6% real, es decir, casi diez puntos por encima de la inflación, un lujo que un país en las condiciones en que está la Argentina, no se puede dar.
Los subsidios energéticos subieron además casi 40% por encima de la inflación, y llegaron a los $770.000 millones.
Los fondos destinados a planes sociales le ganaron por 30% al costo de vida, con $630.000 millones. Y las organizaciones piqueteras reclaman más plata.
En medio de semejantes números, Massa heredará del propio gobierno que integra un desafío de enormes proporciones.
Si acierta, tendrá allanado el camino para su verdadero objetivo: ser presidente en el 2023.