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21 de noviembre de 2024
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Por José Calero
FMI: Macri eligió evitar el default pero hipoteca el futuro
Los US$ 56.300 millones prometidos por el organismo más repudiado por los argentinos tienen un compromiso de devolución a tres años, lo cual constituye un formalismo, ya que todos saben que deberá ser refinanciado, porque la mitad de ese período el país estará en recesión
28 de octubre de 2018
El tibio festejo de la Casa Rosada por la media sanción al Presupuesto 2019 y la aprobación del acuerdo ampliado con el FMI tienen explicaciones, ya que la Argentina logró zafar de un nuevo default al menos hasta fines de 2019, pero hipotecó su futuro por varios años. Los US$ 56.300 millones prometidos por el organismo más repudiado por los argentinos tienen un compromiso de devolución a tres años, lo cual constituye un formalismo, ya que todos saben que deberá ser refinanciado, porque la mitad de ese período el país estará en recesión.

El respaldo récord del Fondo se explica por la necesidad del mundo desarrollado de impedir una crisis a pocas semanas de la realización en Buenos Aires de la cumbre de presidentes del G20, y mostrar a la Argentina como un "caso de éxito" para el modelo capitalista, cuestionado en distintas latitudes.

Donald Trump, enfrascado en una guerra comercial de final incierto con China, salió a impedir que el país presidido por su "amigo" Mauricio Macri caiga en una debacle y arrastre a naciones como Brasil, a un paso de definir su futuro.

Brasil y la Argentina, en ese orden, constituyen dos países clave para el nuevo eje de influencia sobre América del Sur que los estrategas de Trump pretenden instalar.

Chile, con su economía estable, ya es un aliado de los Estados Unidos, y Paraguay, que sorprendió al tomar deuda en guaraníes a muy baja tasa, pueden completar, junto a Uruguay, los aliados estratégicos que impidan el crecimiento de la influencia china sobre la región.

En la próxima cumbre del G20, Estados Unidos espera obtener señales de los países en desarrollo de que el libre mercado es el modelo a seguir para superar males que aquejan desde hace casi un siglo a los sudamericanos.

Estados Unidos fue decisivo en el espaldarazo que el FMI acaba de darle a Macri, quien podrá darse el lujo de despreocuparse por los pagos de deuda hasta el final de su mandato.

Así, creen en los centros de poder, el presidente argentino podrá concentrarse en el frente social, cada vez más complicado por las protestas y el desempleo, y con un país en recuperación económica, afrontar la búsqueda de la reelección.

Un triunfo de Macri en 2019 es clave para los mercados, que quieren alejar lo más posible a la Argentina del retorno del populismo kirchnerista y el intervencionismo estatal.

En ese contexto debe entenderse que la conducción del FMI haya decidido comprometer más de US$ 24.000 millones de acá a marzo, en lo que se creen serán meses muy complicados para la Argentina, golpeada por una de las recesiones más profundas de los últimos veinte años.

Sin riesgo de cesación de pagos, y con los dólares suficientes, se cree que el Gobierno no tendrá inconvenientes en estabilizar el tipo de cambio y ensayar un camino de rebaja de tasas de interés que permita ir volcando capitales hacia la recuperación del aparato productivo.

La producción, con una caída de la industria esperada por encima del 8% para septiembre, es el sector más dañado por la megadevaluación que comenzó en abril y se extendió hasta bien entrado agosto.

El plan Dujovne-Sandleris de parar la sangría de dólares a costa de casi paralizar el sistema productivo, es de corto aliento, y necesitará virar rápido a más tardar en diciembre, en cuanto haya la primera señal de desaceleración de la inflación.

La lucha contra la escalada de precios ya fue perdida por el equipo económico, que se resigna a cerrar 2018 con un costo de vida superior al 45%.

Pero el último bimestre del año será muy importante para saber si existe vida más allá de plan monetarista aplicado.

La administración de Cambiemos necesita que entre noviembre y diciembre la inflación se ubique por debajo del 3% mensual, y que la presión sobre las tasas de interés comience a menguar.

Con el fuerte respaldo del FMI, el dólar dejará de ser una preocupación para el equipo económico, que sólo deberá evitar que la divisa norteamericana se vuelva a retrasar, pero en dosis homeopáticas, ya que el trabajo más arduo fue realizado.

Ante el FMI, la Argentina no sólo se comprometió a encarar un ajuste que superará los $ 420.000 millones en el 2019, sino que para 2020 -cuando comience un nuevo período presidencial- prevé "superávit" fiscal, algo que no se ve desde los tiempos de Néstor Kirchner y la "súper soja".

El nuevo eje de diálogo político construido por el oficialismo y varios gobernadores peronistas puede ser una novedad positiva para los mercados, siempre convencidos de que es imposible gobernar la Argentina sin el justicialismo.

Gobernadores peronistas como Juan Schiaretti (Córdoba) y Juan Manuel Urtubey (Salta) -ambos con aspiraciones presidenciales- fue clave para que el oficialismo le pueda dar media sanción al Presupuesto del ajuste.

Otros dirigentes de peso del PJ se sumarán para convertirlo en ley, se espera, el 14 de noviembre próximo.

Macri quiere llegar a la cumbre del G20 con este tema resuelto, para mostrarle al mundo que tiene resto para pugnar por un segundo mandato.

Esa posibilidad, desde el punto de vista económico, sólo tendrá chances si el presidente y sus principales espadas reflexionan sobre los numerosos errores, muchos no forzados, cometidos sobre todo tras el triunfo en las elecciones de medio término.

Si bien el escenario económico mundial, a partir de la suba de las tasas de interés en los Estados Unidos, fue muy negativo para la Argentina, el gobierno ingresó en una dinámica de equivocaciones que profundizaron la debilidad del país.

Macri no puede desentenderse de haber, por ejemplo, mantenido a Federico Sturzenegger al frente del Banco Central por mucho más tiempo del prudente, cuando ya era evidente que su política basada en las Lebac no tenía destino.

El presidente abusó, además, del gradualismo como estrategia para desactivar la bomba que le dejó Cristina Kirchner, y pagó cara esa equivocación.

El mundo financiero está pidiendo que la Argentina de una vez por todas deje de vivir de prestado y de no pagar sus deudas, como ocurrió en el último gobierno kirchnerista, donde se disimulaba la dura realidad de que el país seguía en default.

La votación del Presupuesto 2019 en Diputados dejó heridos en las filas de Cambiemos: la principal fue la gobernadora María Eugenia Vidal.

En su afán por obtener el respaldo de gobernadores del PJ, el gobierno cedió aportes para obras públicas, en detrimento de la plata que reclama la gobernadora.

Son unos $ 20.000 millones por transferencias no realizadas, cuya discusión se trata de disimular mientras se le encuentra una salida.

Vidal sigue manteniéndose fiel a Macri, a tal punto que desistió de sondear una posible candidatura presidencial por lealtad a su jefe político.

Pero hay tensiones entre la mandataria y la Jefatura de Gabinete, a las que no sería ajeno el ministro del Interior, Rogelio Frigerio.

El conurbano es una bomba de tiempo que sólo podría necesitar de una chispa para estallar, admiten en el oficialismo y la oposición.

Por ahora, sólo el convencimiento de los elevados niveles de corrupción que hubo durante el kirchnerismo, explicarían que los sectores más pobres del país sigan teniéndole paciencia a Macri.

Es que muchos de esos desamparados vivieron en carne propia cómo el gobierno kirchnerista y sus cómplices al frente de intendencias clave, se enriquecieron a costa de la plata que debería haber sido destinada a atender una delicada situación social.

Inauguraciones truchas de hospitales y escuelas, obras que costaron hasta el triple de su presupuesto original, inundaciones y una inseguridad que continúa creciendo, fueron moneda corriente en aquella polémica etapa.

Cambiemos hasta ahora no ha logrado revertir la mayoría de los problemas.

Apenas se lo puede observar como un gobierno donde la corrupción no es moneda corriente, lo cual no es poca cosa, pero se necesita más.

Tal vez uno de los puntos más fuertes de la nueva administración esté vinculado con la lucha contra el narcotráfico, un drama que flagela a quienes habitan el conurbano profundo, y sobre el cual el kirchnerismo, por razones que dan para sospechar, omitió intervenir a fondo.

El ex ministro del Interior y ex jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, siempre negó que el tráfico de drogas fuera un gran problema para la Argentina.

Esa postura, y el hartazgo de vastos sectores sociales, tal vez explique que el peronismo haya perdido en 2015 el bastión bonaerense por primera vez desde 1983, con Fernández como candidato a gobernador, avalado por Cristina.