En su afán por ir con cambios hasta el hueso, el presidente casi seguro provocará más conflictos y multiplicará tensiones en un país dividido políticamente casi por mitades y cometerá actos de injusticia
Tras devaluar 40% para salir de la trampa cambiaria, con fuertes aumentos de tarifas y cesantías en casi todas las esferas estatales Mauricio Macri da otra señal de haber elegido políticas de shock para intentar solucionar el descalabro dejado por Cristina Fernández.
Pero en su afán por ir con cambios hasta el hueso, el presidente se arriesga a provocar más conflictos, multiplicar tensiones en un país dividido políticamente casi por mitades y cometer actos de injusticia, como ocurre con personal estatal despedido a pesar de que cumplía funciones y no era ´ñoqui´.
En plena campaña, los equipos de los candidatos presidenciales admitían que quien asumiera el poder debería encarar cambios de fondo porque la administración anterior no tuvo empacho en caer en el derroche del dinero de los contribuyentes.
Pero mientras el equipo de Daniel Scioli parecía más inclinado a una salida "gradualista", en el de Macri predominaba la "terapia de shock".
Con su triunfo y el nombramiento de dirigentes políticos y gerentes de empresa más ligados a posiciones neoliberales, el líder de Cambiemos dejó claro que apuesta a dar un giro de 180 grados en el menor tiempo posible, a riesgo de cometer gruesos errores.
En menos de dos meses, Macri apretó el acelerador dispuesto a poner en juego todo su capital político en los primeros tiempos de gestión, y dar todas las malas noticias juntas y rápido.
En la lógica macrista, la presidenta anterior cometió un enorme acto de irresponsabilidad al dejar un país al borde de la quiebra, dilapidando recursos con tal de perpetuar su modelo de gobierno a puro populismo.
"¡Recibimos un país quebrado!", machacó en voz alta el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, ante los gobernadores del PJ, en una reunión que arrancó con caras serias hasta que el Poder Ejecutivo avisó que saldaría rápido una deuda por 10.000 millones de pesos y hubo cierta distensión.
Los gobernadores prefirieron no confrontar y abocarse a conseguir el objetivo que habían ido a buscar: conseguir plata fresca para sus distritos en llamas.
Es que la mayoría de los mandatarios también se encontró con tierra arrasada, sin plata para pagar sueldos y ni siquiera los gastos corrientes menos significativos.
Como siempre ocurrió, el pragmatismo peronista pudo más que cualquier intento de ideologizar argumentos por parte de los resabios que quedan de kirchnerismo.
Tal vez una de las situaciones más irónicas de los nuevos aires políticos que se respiran lo refleje la admisión de la gobernadora de Santa Cruz, Alicia Kirchner, de que la provincia está en una situación financiera complicadísima, a pesar de que fue la preferida del gobierno en el envío de fondos durante los últimos doce años.
El kirchnerismo creó un país imaginario que, incluso con el aval de la sociedad argentina, confundió empleo con una burocracia destinada a atenuar lo que la productividad de la economía era incapaz de proporcionar, en un modelo intervencionista y asfixiante que terminó dejando sin posibilidad de crear trabajo al sector privado.
El gobierno de Mauricio Macri dice querer terminar con esa "inconsistencia", pero en el camino quedarán miles de trabajadores que sostenían a sus familias en parte gracias a una burbuja.
Según el movimiento "Basta de despidos", ya se habrían echado a unas 25 mil personas desde el 10 de diciembre último, y el municipio que más gente cesanteó es La Plata, con 4.500 personas.
En Fabricaciones Militares despidieron a 140 personas mientras que en el Banco Central echaron a otras 50, sólo en los últimos días.
A muchos funcionarios del macrismo les sorprendió la cantidad de familiares y allegados que nombraron sus antecesores del kirchnerismo en las más diversas esferas del Estado.
Un caso emblemático es el del jefe del Central, Alejandro Vanoli, quien puso a su pareja y a su hijo en la autoridad monetaria, pero habría un sinnúmero de casos.
Peor sería el panorama que se encontraron varios gobernadores, donde la lista de familiares designados en la administración pública por muchos mandatarios se hace interminable.
El gobierno sostiene que en la mayoría de los ministerios y organismos públicos los nuevos funcionarios se encontraron con miles de personas cuyas funciones estaban poco claras, contratos precarios, actividades inventadas para justificar empleo y, sobre todo, mucha militancia oculta detrás de una plantilla laboral, los denominados "ñoquis".
También señalan que el kirchnerismo hizo precario el empleo público y en un acto de irresponsabilidad dejó la bomba de tiempo para que le explote a su sucesor.
Pero ahora el riesgo es que el macrismo, que ya decidió políticas de shock para salir del cepo y terminar con un esquema tarifario que le hizo perder a la Argentina el autoabastecimiento energético, adopte medidas que vayan destruyendo aún más el tejido social.
Los casos de despidos masivos se multiplican en toda la esfera pública, en algunos casos con razón, como la insólita ´muchachada´ que brindaba tareas de apoyo al exagregado comercial en Italia, el inefable Guillermo Moreno, desde el mismísimo INDEC.
Pero en otros se trata de trabajadores que desempeñaban su tarea con dedicación, cumplían su rol con responsabilidad y ahora quedan en la calle.
Es un escenario demasiado incierto: el nuevo gobierno parece haber decidido avanzar pateando puertas y tal vez la Argentina haya quedado en un estado de fragilidad tan grande por el país imaginario que dejó el kirchnerismo, que no pueda resistir tamaña estrategia.