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Por José Calero
¿Llegará la hora del diálogo con el campo?
9 de diciembre de 2006
La decisión de no prorrogar más allá del lunes la mayor medida de fuerza del campo en veinte años puede ser la primera señal de distensión entre la dirigencia agropecuaria y el gobierno, pero todo indica que el paro dejará heridos y resentimientos difíciles de superar.

Desde el gobierno acusan de "ingratitud" a la dirigencia agropecuaria y recuerdan que "se están haciendo millonarios" con este modelo económico.

Desde el agro refutan que la Casa Rosada puso al campo como "eje del mal" ante la opinión pública al acusarlo de "insensible", mientras que fue gracias a las retenciones que pudo paliarse, vía planes sociales, el polvorín que constituían
los hambrientos y desarrapados que dejó la feroz la crisis del 2001.

En ambos lados del mostrador parece asistir algo de razón, pero ninguno lo reconocerá, ya que el gobierno pretende no aparecer cediendo –Néstor Kirchner se preocupa mucho por ello-- y los dirigentes agropecuarios están desbordados en varias zonas del país por "bases descontentas".

La medida de fuerza tuvo, además, un impacto en el corazón del gobierno que, como nunca, se abroqueló y salió a refutar en masa a la dirigencia agraria.

Como paradoja, si Miguel Campos estaba debilitado en su cargo de secretario de Agricultura, los embates de las entidades ruralistas hacia su "falta de políticas" terminarían fortaleciendo su posición en el gabinete de Economía.

Si el secretario de Agricultura hasta se animó a recorrer el espinel de medios de comunicación en la última semana defendiendo la política oficial, algo que no ocurría desde hace tiempo.

El "efecto paro" también unió fuerzas entre Felisa Miceli y Guillermo Moreno, dos funcionarios que mantienen cierta tensión porque a veces el secretario de Comercio Interior parece excederse en sus funciones.

Así, el "episodio" del Mercado de Hacienda de Liniers, cuando el secretario "más bueno que Lassie (Kirchner)" hizo circular un panfleto con precios sugeridos que disgustó a la Miceli, parece haber quedado en el olvido porque todos los soldados del presidente están alineados en librar la "madre de todas la batallas": disciplinar al campo.

Se habló aquí la semana pasada del operativo "disciplinamiento" que preparaba el gobierno y que se cumplió a pie juntillas a lo largo de la semana, cuando presidente, gobernadores, senadores, diputados y todo aquel oficialista con un micrófono a mano, salió a fustigar a la dirigencia del agro.

Ese operativo incluyó en los últimos días una generosa campaña publicitaria oficial donde el gobierno acusó directamente a los productores de pretender "aumentar los
precios del pan, la harina y la carne", tres productos clave en la dieta de los argentinos.

Semejante disparidad de fuerzas fue exacerbada porque la dirigencia agropecuaria careció de uniformidad de criterios a la hora de llevar adelante el paro.

Federación Agraria se mostró activa en algunas rutas con presencia de tractores y productores enojados, mientras que Confederaciones Rurales hizo lo que estaba a su alcance, pero no pudo disimular alguna "interna" que atraviesa la entidad.

Llambías pasa por una situación delicada, porque desde hace tiempo se habla de que su permanencia al frente de CRA sería a plazo fijo.

Néstor Roulet, vice de CRA y representante de los poderosos productores de la Tercera Zona (Córdoba y San Luis), aspira a ocupar ese sillón.

Tampoco le disgustaría hacerlo a Pedro Apaolaza, líder de CARBAP y con todo el peso de la voluminosa producción de la pampa húmeda.

De cómo resulte parada la entidad tras el paro dependerá el futuro de Llambías.

Tal vez la que más se distinguió fue la Rural: en medio del paro presentó una propuesta para mejorar la rentabilidad de la producción agropecuaria sin afectar las arcas estatales, que para el gobierno pareció pasar desapercibida.

La propuesta apunta a incrementar fuerte la producción y llegar a los 100 millones de toneladas de granos y un millón de cabezas adicionales de ganado para abastecer el mercado interno y exportar sin sobresaltos.

Los poderosos productores nucleados en la SRA eran los menos proclives a lanzar un paro, y desde semanas antes del anuncio de la medida de fuerza intentaron bucear en el gobierno si había espacio para una reunión con Kirchner, que eligió dar un portazo y los dejó sin resto.

En el campo se quejan de que el gobierno tergiversa la realidad, porque el agro explica tres de cada diez pesos que ingresan en impuestos al Fisco, y sólo las retenciones permiten alcanzar buena parte del superávit fiscal, columna vertebral del esquema económico.

"El campo no tiene un dólar a tres pesos, ya que si se restan las retenciones, cae a 2,40. Con ese dólar vendemos nuestros productos, pero los insumos los compramos a tres", explica, didáctico, el titular de la Rural, Luciano Miguens.

Desde el lado de CRA, su titular, Mario Llambías, manifiesta rabia porque desde el gobierno salieron a decir que los subsidios al gasoil sólo favorecen al campo. "Favorecen a toda la sociedad, pero cuando lo necesitamos para la cosecha, no
hay", dispara.

Algo de eso debe haber, o si no cómo se explica la semejante multa de 23 millones de pesos aplicada por Moreno a la petrolera Shell.

O será que el gobierno utilizó a Shell como chivo expiatorio, como sugirieron desde la propia compañía anglo holandesa, que denunció "discriminación" respecto del resto de las empresas, porque parece que la mayoría de las inspecciones recayeron en
sus estaciones.

¿Y el diálogo?

Para un observador racional, un gobierno no puede estar enfrentado con un sector que explica gran parte de la riqueza nacional y emplea, sumando la agroindustria, a seis millones de personas.

Pero, como siempre, la solución deberá venir de la política, y es ahí donde emergen interrogantes.

Es que el gobierno carece de cuadros políticos sólidos para hacer frente a este desafío, tal vez porque el propio Kirchner sepulta la posible aparición de funcionarios con espaldas anchas para sentarse a la mesa de negociación con los ganaderos.

Para la Casa Rosada, el paro encierra un componente "ideológico", vinculado con terratenientes interesados en que a fines del año próximo haya un hombre de
otro partido sentado en el sillón de Rivadavia.

¿Tal vez Mauricio Macri? No son pocos los funcionarios que recuerdan la proximidad de varios productores grandes con el ideario del fundador de PRO.

Pero parece exagerado llevar ese argumento hacia los pequeños y medianos productores nucleados en la Federación Agraria.

Más allá de las especulaciones, el dato objetivo es que en la Argentina se estancó el stock ganadero y que la producción agraria no puede escapar a una soja dependencia que puede mutar en hecatombe el día en que los vientos de China ya no soplen a favor de estas pampas.

El país necesita incorporar valor agregado a su producción agropecuaria, porque eso es lo que explicó parte del despegue de países como los Estados Unidos.

Habrá que ver si hay margen para que lo interesados se sienten a conversar sobre estos temas clave.