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3 de diciembre de 2024
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Por José Calero
Scioli ya se preocupa por el día después
El candidato oficialista sabe que deberá atender con rapidez varios frentes a la vez mientras el ultra kirchnerismo pretende condicionar el rumbo de su gestión. Retraso cambiario y parate industrial. El fanatismo K
10 de octubre de 2015
La necesidad de atraer capitales rápido para evitar una devaluación de alta escala divide aguas entre un gobierno kirchnerista a punto de dejar el poder y el sciolismo, que ya opera sobre el mundo financiero con el fin de intentar un veloz regreso al mercado de capitales en caso de acceder al poder el 10 de diciembre. Los últimos números que recibió Daniel Scioli lo convencieron de que el 25 de octubre será electo presidente de la Nación, porque superará el 40% y le sacará más de diez puntos al segundo, pero a la vez reavivaron sus peores preocupaciones.

Es que bastaron algunas movidas concretas del candidato oficialista para comenzar a recibir "fuego amigo" desde lo más alto del poder.

No sólo la presidenta Cristina Fernández le recordó en todas sus últimas y abundantes cadenas nacionales que "el candidato es el proyecto" y él su instrumento circunstancial.

Las primeras espadas del kirchnerismo castigaron la misión que, por indicación de Scioli, emprendió el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, ante financistas internacionales para obtener créditos a cambio de insinuar un acuerdo con los fondos que rechazaron los canjes de deuda, y las señales en ese sentido emitidas por el gobernador de San Juan, José Luis Gioja, y los economistas Miguel Bein y Mario Blejer.

El ministro Axel Kicillof, quien seguramente será diputado nacional desde el 10 de diciembre porque Scioli lo quiere cada vez más lejos, castigó las gestiones de Urtubey y también bombardeó a Blejer -a quien el kirchnerismo le sigue recordando que fue funcionario de Duhalde, a pesar de que el expresidente hizo posible que el santacruceño llegara al poder en 2003- por decir que la Argentina desaprovechaba el financiamiento barato internacional.

"Ellos se van, nosotros nos tendremos que hacer cargo del gobierno y corregir lo que haya que cambiar", dijo un sciolista de paladar negro para graficar las tensiones de la hora.

A Cristina Fernández le cayeron mal las últimas declaraciones del candidato oficialista, en especial el spot de campaña en el cual machaca con la necesidad de "reconocer errores y corregirlos".

Es que la idea de equivocarse no se concibe en el ideario kirchnerista, más cercano a cierta soberbia setentista que a la humildad que requerirá el nuevo tiempo que Scioli dice aspirar a edificar en la Argentina.

Parte de esa "real politik" en la que está pensando el candidato oficialista incluye volver a los mercados internacionales de crédito, como lo aseguró el jefe de Gabinete bonaerense, Alberto Pérez.

El sciolismo admite por lo bajo que con las pocas reservas que quedarán en el Banco Central, impulsar la llegada de dólares será la única manera de no caer en el escenario devaluatorio al que obligaría la pesada herencia que dejará el kirchnerismo.

No sólo el segundo año de mandato de Cristina Fernández fue uno de lo que más complicó la economía, sino también aquel en el que más se devaluó el peso.

El razonamiento presidencial se volvió casi curioso en los últimos meses.

No sólo niega el problema cambiario, sino que quedó ensimismado en un razonamiento económico en el que ya pocos países creen, salvo Venezuela, Corea del Norte y algunos más.

Incluso, Cristina hasta hizo una recomendación que dejó helados a más de un empresario: dijo que ante el "derrumbe de un mundo que se nos cae encima, los empresarios busquen sustituir exportaciones".

Es un concepto nuevo en esa interminable usina de argumentos controversiales que dejará como herencia del kirchnerismo.

La idea de sustituir ventas al extranjero vendiendo más al mercado interno no hace más que darle la razón a quienes machacan desde la oposición con el supuesto "plan bomba" que dejará este gobierno.

Pensar en una economía cerrada sustentable en el mediano plazo no resiste análisis, y menos en un país que va camino a quedarse sin reservas genuinas.

Los cálculos de la oposición indican que cuando Cristina desocupe la Casa Rosada el BCRA tendrá reservas para apenas dos meses de importaciones, y habrá que olvidarse del dólar ahorro, que sólo sirvió para que un millón de personas compre divisas a precio subsidiado.

Era el subsidio que le faltaba al kirchnerismo, que convirtió al Estado en una máquina frenética de crear distorsiones en la economía con tal de conservar poder.

El subsidio a la clase media a través del dólar ahorro y del turismo le sirvió a la presidenta para poder concluir su mandato sin demasiados sobresaltos, pero deja una herencia muy complicada a su sucesor.

Cristina siempre le temió al veto de la clase media -por eso en su momento dio marcha atrás con la quita de subsidios a las tarifas de energía-, casi tanto como Néstor Kirchner a los efectos de un descalabro cambiario ("Con el dólar no se jode", decía).

Ahora, piensan en su círculo íntimo, la mandataria se puede ir ya pensando en volver dentro de cuatro años.

Al menos es lo que creen algunos de sus más fanáticos seguidores, como la jefa de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto; y el propio ministro de Economía.

Kicillof tiene un curioso récord: mientras fustiga a los economistas que impulsan una devaluación, en casi dos años de gestión el dólar oficial subió 56% y el blue, 58%.

Es decir, la dupla Kicillof-Alejandro Vanoli fue la que menos hizo para defender el peso, que es una de las misiones del Banco Central.

Y hay algo peor: a pesar de que depreció el peso, no mitigó el atraso cambiario por una inflación acumulada de 72% desde noviembre de 2013, si se la mide con varas más confiables que las del desacreditado INDEC, otro organismo que el futuro presidente deberá recuperar más temprano que tarde.