Gastar más de lo que se recauda ha sido una constante de la clase política que explica muchos de los problemas que terminan hipotecando a futuras generaciones con crisis cíclicas
La austeridad brilló por su ausencia en la mayoría de los gobiernos que administraron la Argentina, porque casi ninguno evitó sucumbir a la tentación de gastar los millones que tiene a mano la política, y tampoco a utilizar esos fondos para retener el poder.
Eso explica, en parte, que el déficit fiscal se haya empezado a disparar en forma cada cada vez más fuerte a medida que se acercan las elecciones, y que Cristina Fernández se encamine a dejar el poder con un rojo cercano a los $300.000 millones, según cálculos de economistas críticos.
A todo aquel que cuestione este escenario, el gobierno lo ´acusa´ de buscar el ajuste y pone como ejemplo lo que ocurre con el golpeado pueblo griego, al que le impusieron achique tras achique y ahora atraviesa una situación de hecatombe.
Pero los dramas de Grecia no deberían confundir a la Argentina, creyendo que alimentar en forma indefinida el consumo es la solución para no caer en una crisis como la de esa nación europea.
Al contrario, la desmesura en espiral del gasto en la que parece haber ingresado el gobierno argentino, sumada a la caída en los commodities y a la crisis que parece incubar China, puede terminar provocando una tormenta perfecta que deje a la próxima administración en un escenario fuera de control.
Todo indica que el fenómeno, que siempre se terminó pagando caro en la Argentina, se acelerará en el segundo semestre, durante el cual se espera seguir tomando deuda casi a un ritmo semanal y a su vez el BCRA prevé emitir toda la moneda que haga falta.
Esto no sólo surge de una emisión monetaria que crece a un ritmo superior al 30% anual, sino que es fácil de advertir en la calle, donde se huele la tinta fresca de los recién impresos billetes Evita que salen de los cajeros, que dejaron hace meses de expender papeles de 50.
El aliento al consumo, a través de planes como el Ahora 12, pero sobre todo a partir de los aumentos en los planes sociales, convencieron al equipo económico de que este segundo semestre tendrá menos sobresaltos.
El ministro Axel Kicillof parece dispuesto a lo que sea necesario para lograr el objetivo de "sensación de bienestar" encargado por la presidenta Cristina Fernández, quien pretende dejar el poder con una economía en movimiento.
Por eso, se convalidó una tasa del 30% anual en la última licitación de BONAC, destinada a financiar el creciente déficit fiscal.
El escenario es claro y ya empieza a ser analizado con lupa por los equipos técnicos de Daniel Scioli y Mauricio Macri, hasta ahora los candidatos con más chances de llegar a la presidencia.
El Estado gasta mucho más de lo que recauda y las importaciones superarían ya a las exportaciones, a pesar de que aún no lo reflejan las cifras del INDEC.
"Adiós a los superávits gemelos, hola déficit", podría ser el título del modelo implementado por Kicillof desde que tomó las riendas de la economía, en casi el mismo tiempo que lleva la industria sin signos de crecimiento. En abril, el desequilibrio de las cuentas del Estado fue de $24.103 millones, un 464% más que en el mismo mes del año anterior. En el primer cuatrimestre llegó a $ 81.854 millones y subió 321%.
Mientras en 2006 y 2007 las cuentas mostraban un superávit del 3% del Producto Bruto, ahora el déficit equivale al 6%. Son nueve puntos de deterioro, una cifra descomunal, acumulada durante los ocho años de Cristina Fernández en el poder. Serán también parte de su herencia.
Esas cifras incluso son más oscuras de lo que parecen: "Si no se consideran las utilidades que giran el Banco Central y la ANSeS, para fin de año el déficit fiscal llegará al 7% del PBI", dicen varias consultoras.
Esas estimaciones alertan que si el Gobierno sigue aumentando el gasto por arriba de las recaudaciones récord de la AFIP, el déficit fiscal de 2015 treparía a "300.000 millones de pesos".
Sería casi el doble del desequilibrio sufrido en el 2014, de 165.000 millones. Es una de las patas del dilema, ya que también la Argentina se quedó sin superávit comercial -fuente genuina del ingreso de dólares- lo cual genera un problema aún más serio por la ausencia de financiamiento externo y de inversiones extranjeras.
Según datos extraoficiales tomados de la Aduana, la Argentina ya sufre déficit comercial, por unos 1.000 millones de dólares en los primeros cinco meses del año.
Consultores cercanos al kirchnerismo sostienen que la "sensación de bienestar" que tendrán los consumidores en los próximos meses podrían ser clave para contribuir a un triunfo de la fórmula oficialista en las elecciones de octubre.
Es el primer gran objetivo de Daniel Scioli. Después, casi de inmediato, llegará el principal desafío: cómo implementar esa lógica de "gradualidad" de la que viene hablando para empezar a corregir lo que una presidenta en retirada se niega a hacer.