La historia de cómo se llegó a este punto se remonta casi al 2007, meses antes de que Cristina Fernández lograra suceder a su marido, Néstor Kirchner, cuando el gobierno mostró indecisión en adoptar medidas destinadas a robustecer las cuentas públicas, que habían sido recomendadas por Roberto Lavagna antes de ser eyectado del Ministerio de Economía
El proceso de cirugía mayor para frenar la sangría de reservas recortando subsidios y el cambio de un indicador clave para evitar el pago de 3.600 millones de dólares del Cupón PBI reflejan que el gobierno está dispuesto a echar mano a todas las herramientas para sostener lo que queda del modelo económico. Estas decisiones complementan la de aspirar cuanto peso haya dando vueltas vía colocación de deuda, para tratar de evitar que esos fondos se vuelquen al dólar, en un intento por frenar nuevas corridas cambiarias, con un dólar blue al acecho.
La historia de cómo se llegó a este punto se remonta casi al 2007, meses antes de que Cristina Fernández lograra suceder a su marido, Néstor Kirchner, cuando el gobierno mostró indecisión en adoptar medidas destinadas a robustecer las cuentas públicas, que habían sido recomendadas por Roberto Lavagna antes de ser eyectado del Ministerio de Economía.
Lavagna había recomendado arrancar con el recorte de subsidios en cuanto la economía se empezó a encarrilar, pero el kirchnerismo se negó, porque esas subvenciones se traducían en votos.
A partir de ese año en que se intervino el INDEC para manipular las estadísticas oficiales comenzó un largo derrotero de la economía, la cual fue sostenida en parte en forma artificial a partir del festival de subsidios que no diferenció entre destinar sumas millonarias a las familias pobres del conurbano, y financiar un aparato de propaganda enquistado en el Fútbol para Todos.
Para la Casa Rosada era lo mismo: había que sostener el poder tras la pulseada perdida con el sector agropecuario por las retenciones -ya con Cristina en el poder- y la derrota electoral en las legislativas del 2009.
El objetivo se logró y la presidenta tuvo su reelección, ya con Néstor Kirchner fallecido.
A partir de ese triunfo electoral, la economía, que venía en declive, ingresó en un largo otoño, en especial a partir de la aplicación del cepo cambiario, una polémica decisión que restó aún más libertades a los operadores económicos, destrozó el sector más dinámico, la construcción, y activó la bicicleta financiera y los arbolitos de la calle Florida, que se creían extinguidos.
En aquellos últimos días de octubre de 2011 Cristina se convenció de que al paso que iba la fuga de capitales, su gobierno se quedaría sin dinero atesorado y a merced de un golpe cambiario.
Ante ese cuadro de situación, no dudó en prohibir el acceso de los ahorristas a uno de los pocos mecanismos con que contaban para protegerse de la devaluación y la inflación, la tenencia de ahorros en moneda extranjera.
Quedarse sin reservas en el Banco Central es sinónimo de tener que entregar el poder para un gobierno argentino, y tal vez el ejemplo más claro haya sido el de Raúl Alfonsín, quien debió adelantar las elecciones antes de que se evaporaran los pocos dólares que quedaban en las bóvedas del BCRA.
El tema cobró mucha actualidad a partir del 2011, cuando se empezó a acelerar la salida de capitales, en medio de la desconfianza sobre el futuro de la Argentina por parte de los inversores externos y el mercado.
La medida tal vez impidió que el país se quedara sin reservas, pero la salida de capitales continuó.
Cuando se aplicó el cepo cambiario, el Banco Central tenía reservas por 47.523 millones de dólares.
Poco más de dos años después, la autoridad monetaria atesora apenas 27.000 millones.
En dos años y cuatro meses de restricciones cambiarias, el país perdió reservas por 20.466 millones de dólares.
En los últimos meses, y a pesar de que la agroindustria liquidó más de 4.400 millones de dólares en lo que va del 2014, el BCRA siguió perdiendo reservas.
Las dos principales razones: la caja del Central debe acudir en auxilio de la importación de combustibles para evitar que el país se quede sin gas, y afrontar hasta el último dólar adeudado, porque el Tesoro tiene déficit fiscal desde hace tiempo y no cuenta con recursos.
Ahora, con el camino de recortes de subsidios iniciado y la perspectiva de que también se achicarán para la energía eléctrica en las próximas semanas, el inicio de la renegociación de deuda con el Club de París y otro concierto de medidas que apuntan a volver a colocar deuda tras el default del 2001, la hora de la ortodoxia económica parece haber llegado para quedarse.