La sangría de divisas puede sumar un elemento decisivo a la especulación financiera, capaz de alejar aún más las inversiones destinadas a aumentar la producción que puedan poner algo de freno al alza de precios
La plena vigencia en la Argentina de un cepo cambiario aplicado como única herramienta para evitar la evaporación de reservas derivó enla instalación de una timba financiera con carta blanca para lograr ganancias del 20% en apenas dos semanas y así destartalar cualquier modelo orientado a lo productivo. Eso es lo que viene ocurriendo con el dólar blue, la divisa que se negocia cada vez con más volumen en las ´cuevas´ y ya cuesta 12 pesos, en medio de una expectativa de devaluación por parte de los ahorristas y niveles de inflación muy por encima de los aconsejables.
En medio de la "fiebre por el verde", siempre presente entre argentinos acostumbrados a padecer cimbronazos financieros con el fin de tratar de proteger como pueden sus ahorros, el gobierno acentuó su operación sobre el mercado de títulos públicos, en una jugada de alto costo.
Lo hizo sobre todo a través de bonos que se pueden comprar y vender tanto en pesos como en dólares.
La operatoria fue así: vendió una fuerte suma en esos títulos contra pesos, lo cual los hizo bajar 5%, mientras a la vez compraba en dólares, subiendo la cotización un 9%.
Así, buscó consolidar la operación "dólar MEP" -bajándolo a entre $9,50 y $10-, y alejar a algunos compradores fuertes de las cuevas.
Pero el argentino medio, y también el que tiene fondos no declarados, vive alejado de esa sofisticación y lo único que busca es dar la mayor y simple cobertura posible a sus tenencias en pesos, lo cual explica la constante disparada del billete norteamericano.
El cuadro cambiario preocupa porque puede sumar un elemento decisivo a la especulación financiera, capaz de alejar aún más las inversiones destinadas a aumentar la producción que puedan poner algo de freno al alza de precios.
El dólar ´cueva´ subió casi 20 por ciento en lo que va del año, y así, los que apostaron a esta operatoria ganaron en 20 días casi lo mismo que ofrecen los bancos por plazos fijos a "un año".
Una burbuja que atenta con las inversiones productivas y que el gobierno no parece saber cómo pinchar.
En el Ministerio de Economía (Axel Kicillof) y el Banco Central (Juan Carlos Fábrega) sigue la cuestión con lupa, mientras el frente político se lo dejan al jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, quien hace denodados malabarismos cada mañana para tratar de explicar lo imposible.
El ministro coordinador se dejó llevar en ese rol cuando el viernes dijo que en la Argentina "hay un sistema libre y único de cambios a través del Banco Central", una afirmación que hasta el más desinteresado en finanzas de los argentinos sabe que está alejada de la realidad.
En el país desde mediados de 2012 están prohibidas las compras de divisas para atesoramiento -"mérito" de Mercedes Marcó del Pont-, porque de haber seguido permitiendo esas operaciones las reservas del Banco Central, en lugar de ubicarse en menos de 28.000 millones de dólares, tal vez habrían caído a la mitad de ese nivel.
Claro que antes de prohibir el atesoramiento, a fines de octubre de 2011, semanas después de obtener la reelección, la presidenta Cristina Fernández decretó el inicio de las restricciones cambiarias, juzgado por algunos especialistas como el peor paso en falso en materia económica de su administración.
Al ponerle trabas a los ahorristas para resguardarse en dólares -una medida juzgada como innecesaria si el BCRA hubiese jugado algunos miles de millones de reservas para tranquilizar la plaza cambiaria-, el gobierno terminó reviviendo viejos fantasmas que lo obligaron finalmente a prohibir en forma drástica y terminante la compra de dólares para ahorro en el circuito oficial.
Ante una crisis cambiaria y una inflación que lejos está de haber menguado, el equipo económico buscará esta semana avanzar con la renegociación de deuda con el Club de París.
Ese compromiso ya representa, intereses mediante, casi 10.000 millones de dólares, que Axel Kicillof y Hernán Lorenzino -el negociador- tratarán de solucionar mediante la entrega de un porcentaje y la refinanciación del resto, no sin antes insinuar una quita.
La Argentina buscará así dar una señal al mundo financiero internacional de que intenta terminar de encaminar su traumático default de fines del 2001, lo cual viene siendo complementado con tensas negociaciones con los fondos buitre.
Es cierto, como sostiene Cristina, que su gobierno está afrontando la pesada herencia de deuda que le dejaron sus antecesores, pero cierta mala praxis de su administración amaga con complicar por demás la solución de esa pesada carga, ante una comunidad internacional que mira de reojo al país y fondos buitre que se la tienen jurada.
El país ha sido un "pagador serial" de sus compromisos de deuda, como afirmó Cristina Fernández, a pesar de lo cual no logra que lleguen inversiones extranjeras y hay dudas sobre la verdadera magnitud de la reducción de la deuda.
Ese comportamiento es motivo de reproches permanentes de la presidenta, aunque el mundo del dinero suele mostrar su cara más cruel cuando de negocios se trata.
La pregunta que tal vez debería hacerse la administración cristinista es cuál sería el argumento para convencer a un inversor extranjero de traer sus dólares al país, si el Banco Central se los va a liquidar a $6,80 y el mercado negro se los ofrece pagar a $12.
Es la misma razón por la cual los exportadores postergan sus ventas, frenando el flujo de divisas hacia el BCRA, y los importadores las adelantan, acelerando la sangría de reservas.
Ambos creen lo mismo: que la devaluación se acentuará, algo en lo que Kicillof y Fábrega vienen teniendo mucho que ver, ya que desde el arranque de sus gestiones iniciaron una depreciación acelerada del peso en busca de corregir en forma parcial el retraso cambiario.
El mismo razonamiento puede llegar a demorar la necesitada liquidación de divisas por exportaciones sojeras esperada para marzo-abril próximo.
Si esa demora se produce, el gobierno sumará un nuevo problema, porque necesita esos dólares para atenuar lo que ya se insinúa como una crisis externa de impredecibles consecuencias.