Por José Calero
Frenar los precios, cuestión de Estado
28 de abril de 2006
"Más de lo mismo, esta gente no va entender nunca nada", le dijo, palabras más, palabras menos, el presidente Néstor Kirchner a la ministra Felisa Miceli, cuando la funcionaria le narró las prevenciones del staff del FMI sobre un rebrote inflacionario en la Argentina.
Kirchner quedó conforme con la forma en que Miceli defendió en Washington la política argentina ante los cuestionamientos del Fondo, pero masculló bronca porque esperaba que, después de tanta "recomendación errática" hacia el país, el organismo hubiese entrado en razones.
Tal vez por eso se desquitó lindo contra Anne Krueger, la "dama de hierro" número dos del Fondo que anunció su retiro.
"Se tendría que haber ido antes", fue lo más suave que se le escuchó al presidente, con tono de revancha personal, porque la burócrata norteamericana en su momento le puso todas las piedras que pudo a la Argentina cuando el país se debatía al borde del abismo.
Kirchner sabe que en el establishment internacional no lo quieren, y el FMI es el vocero de ese conglomerado del poder político y económico mundial.
Pero está jugado a todo o nada a aplicar un escarmiento a todos aquellos, de adentro y de afuera, que descreen en la Argentina que imaginó.
Considera que el país puede cerrar el año con un fuerte crecimiento, de entre el 7 y el 8 por ciento, y una inflación que no supere el 12 por ciento.
Para ello, apuntó todos los cañones a la estructura formadora de precios clave en la Argentina.
Fue primero por las alimenticias, donde tras mucho batallar logró vencer la resistencia de los ganaderos, siguió con la indumentaria y ahora avanza hacia otros rubros que también pueden recalentar la inflación, como el turismo en las vacaciones de invierno.
Kirchner sabe que con eso no alcanza para consolidar el crecimiento, porque ya fue alertado desde su entorno más cercano de que hay cuellos de botella en sectores productivos provocados por la falta de inversiones.
Pero, de ninguna manera, está dispuesto a aceptar la receta que le bajan desde el FMI, que incluye un aumento de la tasa de interés, una reducción del gasto y, tal vez el punto más conflictivo, un dólar más bajo.
Por supuesto, Miceli comparte el diagnóstico de su jefe y está obrando en consecuencia.
"Esta película ya la vimos, cada vez que nos recomendaron enfriar la economía el país terminó en crisis", recordó días pasados la ministra a sus íntimos.
Tal vez por eso decidió asistir al cierre del congreso organizado por los ejecutivos de finanzas nucleados en el IAEF, y ante ese auditorio ratificar que no debe temerse un rebrote inflacionario en la Argentina.
Pero sectores empresarios y los economistas más ortodoxos no piensan lo mismo.
Un paper que alcanzó cierto grado de trascendencia en la semana en el universo empresario alerta sobre la sobrevaluación de la moneda norteamericana y estima que el valor real del dólar se ubica en una franja de 2,40/2,60 pesos.
En INFUPA, la consultora que asesoró en las fusiones y adquisiciones que se cerraron en los últimos años, y que dirige Manuel Solanet, vienen recibiendo numerosas consultas del exterior sobre la Argentina.
"En general, el clima de inversión no esta recuperado. Aún falta, y estos riesgos que se perciben en el futuro están afectando", alertó Solanet.
Según el economista, las preocupaciones de los inversores sobre la Argentina están vinculadas con la falta de estabilidad de las reglas de juego, como en los servicios públicos, y las permanentes modificaciones en el plano tributario para resolver cuestiones coyunturales.
No son los únicos temas que generan escozor entre el empresariado.
Hay preocupación entre los industriales por iniciativas en materia laboral que puedan obstaculizar el crecimiento.
Un caso es de la ley que impide reubicar al personal, algo frecuente en algunas ramas de la industria que van adecuando su estructura a las necesidades del mercado.
"Tenemos muchas leyes que vienen desde el sector trabajador a atacarnos y a complicarnos la vida. Por ejemplo, los proyectos de ART que vimos hasta ahora son malos", se quejó en estos días Héctror Méndez, el jefe de la UIA.
Hay mucho mal humor empresarial contra Héctor Recalde, el hombre que lleva la batuta en materia laboral en la Cámara de Diputados y que responde políticamente al jefe cegetista Hugo Moyano.
La dirigencia fabril sostiene que las iniciativas que se barajan en materia de riesgos del trabajo harán imposible tener previsibilidad y serán un estorbo para consolidar el crecimiento.
Por ello, iniciaron gestiones ante el propio Kirchner para dar los argumentos del sector.
En ese encuentro, aún sin fecha, le dirán al presidente que coinciden en todo con su intención de fogonear una burguesía nacional, pero que existe el riesgo de que posiciones contrarias al capital terminen haciendo naufragar el resurgimiento de la Argentina.