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3 de diciembre de 2024
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Por José Calero
Polémica por nivel real de reservas en el Banco Central
Señal de alarma porque a pesar de que el BCRA Central es el casi único comprador de divisas, las reservas caen, por una combinación de pagos de deuda y salida de depósitos de los bancos
8 de junio de 2012
La preocupación de la presidenta Cristina Fernández por cuidar hasta el último dólar atesorado en el Banco Central desató en los últimos días un delicado debate sobre cuál es el verdadero nivel de reservas que tendría la Argentina, lo cual le suma ruido al problema del tipo de cambio.

La primera señal de alarma sonó porque a pesar de que el BCRA Central es el casi único comprador de divisas, las reservas no crecen, por una combinación de pagos de deuda y salida de depósitos de los bancos, a un ritmo que rondaría varios millones de dólares diarios, que obligó a la autoridad monetaria a bajar la exigencia en encajes a las entidades.

Las reservas informadas por el BCRA ascendieron a 46.000 millones de dólares, pero esos números incluyen créditos tomados por el BCRA en el 2011 por unos 10.000 millones. Con esos préstamos, las reservas internacionales caen en realidad por debajo de los 36.000 millones de dólares.

Como agravante, por el elevado nivel de emisión, que alcanzó un 35 por ciento anual con el fin de mantener caliente el consumo pero sin preocuparse por promover de igual forma el ahorro, ya los 46.000 millones de dólares no cubrían la base monetaria.

A esto se suma otro dato: las reservas brutas representan menos de la mitad del pasivo total del BCRA, que se convirtió en prestamista crónico para cubrir los déficits recurrentes del Tesoro y de distintas dependencias que dispararon el gasto especialmente durante la campaña electoral del 2011.

A diferencia de lo que ocurre en los principales países latinoamericanos, las reservas representan apenas el 10,5 por ciento del Producto Bruto, el nivel más bajo de la mayoría de los países latinoamericanos. Pero el dato que más sigue de cerca la City y que tal vez explique la acción oficial por impedir que se escape cualquier billete verde, es que la mitad de los activos que tiene el BCRA son "papeles".

Esto incluye letras, títulos o adelantos transitorios del Tesoro prestados para pagar deuda o cubrir déficits fiscales, que se multiplican a medida que la inflación y el exceso del gasto complica a municipios y provincias. En el mercado alertan por un deterioro de la situación patrimonial del BCRA, como lo hacen consultoras como Finsoport y el ex titular del Central Aldo Pignanelli.

Justamente, la situación de deterioro del nivel de reservas se complica aún más por los vencimientos de deuda por más de 12.000 millones de dólares de este año. Con este escenario, será muy difícil que la Casa Rosada cambie durante un tiempo prolongado las restricciones a importaciones, la prohibición de girar utilidades y dividendos al exterior y, en especial, la prohibición de comprar divisas por parte de empresas y particulares.

Más allá del voluntarismo y lo enérgico que se ponga Moreno cuando se sienta con sus interlocutores, de los más disímiles sectores, la compra con pesos de bonos dolarizados para su venta en el exterior, el desarrollo del mercado paralelo y el retiro de los depósitos en moneda extranjera, hacen que la fuga de divisas continúe.

A esto se suma un dato que altera los nervios de la Casa Rosada, que financió gran parte del "modelo" con los dólares de la soja, pero que ahora se encuentra con que habrá una menor cosecha. Es este escenario, combinado con una presidenta del Banco Central desaparecida de la esfera pública, los que convencieron al mercado de que el BCRA no posee el poder de fuego que quieren hacer creer los operadores oficiales cuando aluden a los supuestos "47.000 millones de dólares".

Un desconfiado operador de la city porteña, que quiere poco al kirchnerismo, lanzó una frase inquietante: "A mí que me abran las bóvedas y me muestren dónde están los 47.000 millones de dólares, sólo así les voy a creer".

En su ´sincericidio´, el voluntarioso Aníbal Fernández admitió que liberar el mercado de cambios sería un "suicidio". El problema es que el esquema actual corre el riesgo de convertirse en una ´muerte lenta´ para múltiples sectores productivos.