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3 de diciembre de 2024
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Por José Calero
Las reservas son todas mías, mías, mías...
Cristina Fernández anunció su intención de imponer un "punto final" a la convertibilidad, para poder echar mano de las reservas y ponerlas al servicio de un "modelo" que empieza a dar problemas
4 de marzo de 2012
El Gobierno quedó obligado a echar mano de nuevas herramientas para mantener a raya la economía en un año que se va complicando, con sectores clave que comienzan a mostrar agotamiento y una inflación que no cede. Para ello, la presidenta Cristina Fernández anunció su intención de imponer un "punto final" a la convertibilidad, una frase simbólica que recuerda a la polémica ley impulsada en los 80 por Raúl Alfonsín en los juicios a militares.

Ahora, el objetivo central de la jugada del gobierno es poder utilizar las reservas que hagan falta para evitar desequilibrios que puedan complicar un 2012 que ya arrancó a menos ritmo, y enfrentar en mejores condiciones los vencimientos de deuda de este año.

Las alarmas suenan porque la economía real comienza a mostrar síntomas de agotamiento, como se comprobó con la sorpresiva caída en las escrituraciones durante diciembre, a pesar de que el rubro inmobiliario venía siendo el punto fuerte del modelo económico.

Ese dato confirmó que el corralito impuesto a la compra de dólares no fue gratuito y resintió a distintos sectores de la economía.

No sería el único caso: el comercio habría comenzado a mostrar el impacto de bolsillos exhaustos, en medio de una remarcación que en algunos casos es feroz.

A lo largo de casi nueve años de ejercer el gobierno, el kirchnerismo no dudó en echar mano de cuanta caja estaba a mano para dar sustento al "modelo".

Así fue construyendo un entramado multimillonario de uso de fondos públicos para destinarlos a armar un esquema de subsidios y planes sociales que terminaron convirtiéndose en excelente herramienta de disciplinamiento político.

Ante el temor de un agotamiento de esa caja mayúscula, ahora el gobierno admite que con las reservas de libre disponibilidad ya no alcanza, en parte porque se convirtieron en inexistentes hace tiempo.

En ese escenario, Cristina buscará modificar las leyes para poder echar mano de todas las reservas que hagan falta.

Así, desde la lógica kirchnerista, el Banco Central presidido por Mercedes Marcó del Pont se convertirá en una herramienta política para intervenir en la economía real y sostener el crecimiento y el empleo.

Desde que se apruebe el proyecto anunciado por la Presidenta en la Asamblea Legislativa, el rol básico del Central dejará de ser preservar el valor de la moneda y contener la inflación.

El BCRA se dedicará a orientar el crédito, fijar tasas y establecer líneas de financiamiento.

Uno de los puntos polémicos del cambio es que, una vez aprobado el proyecto, los pesos circulantes ya no deberán tener dólares de respaldo atesorados en el BCRA.

Es decir, si ahora se está emitiendo a un ritmo mayor al recomendado por la prudencia monetaria, la "máquina de hacer billetes", cuya impresión estará cargo seguramente de la polémica ex Ciccone Calcográfica, tendrá la misión de retroalimentar todo el consumo que se pueda, a riesgo de presionar aún más sobre la inflación.

En estos nueve años, el kirchnerismo fue detrás de cuánta caja olía a dinero contante y sonante.

Fue así con las AFJP, que se transformaron en fondos manejados a discreción por un Estado que los destina en gran parte a financiar déficits operativos.

Ahora llegó el turno de usar la caja más fenomenal y riesgosa que tiene el país: las reservas del Banco Central.