Por José Calero
Un respaldo amplio para ir tranquila a octubre
14 de agosto de 2011
El amplio triunfo de Cristina Fernández de Kirchner en las primeras elecciones primarias de la historia argentina permiten al kirchnerismo ir con mucha tranquilidad a las presidenciales del 23 de octubre y pone a la oposición en una disyuntiva sobre qué estrategia adoptar ante este resultado.
El proyecto liderado por la Presidenta recibió un amplio respaldo a lo largo y ancho del país, pero volvió tener como punta de lanza la provincia de Buenos Aires, que explica casi el 40 por ciento de los votos.
Haber obtenido más del 45 por ciento en la elección primaria -la más formidable encuesta realizada en la historia política argentina- permite al gobierno enviar un claro mensaje a la ciudadanía de que el proyecto político está intacto y goza de muy
buena salud.
Esa fortaleza será muy necesaria si, como se espera, el mundo ingresa en un nuevo cono de sombra como consecuencia de una tormenta financiera que hará caer en una recesión de grandes proporciones a Estados Unidos y Europa.
Con el respaldo popular en la mano, Cristina puede descontar que en octubre ya no dependerá del resultado que saque la oposición, porque tendrá casi asegurado el 45 por ciento más un voto que la Constitución le exige para ser electa en primera vuelta.
Es que, con este escenario, por más que los candidatos más votados de la oposición lleguen a un acuerdo y opten por sumar todos los votos en una sola fórmula, sería casi imposible complicar un triunfo oficialista que a esta altura suena imparable.
El triunfo de Cristina refleja, además, que la ciudadanía apuesta en forma rotunda por la continuidad en un escenario de crecimiento económico y aliento imparable al consumo.
Ya lo venía demostrando a nivel provincial, con las reelecciones en la mayoría de los distritos del país, más allá de que el candidato fuese o no kirchnerista.
Los oficialismos, como ocurrió en la Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Salta, entre otros distritos, fueron bendecidos por el voto popular en este 2011, y la clase política debería tomar nota de ello, porque un gran poder encierra también
una enorme responsabilidad.
Así, más de una década después del descalabro de fines del 2001, la Argentina logra revertir totalmente una de las crisis más feroces de su historia.
A diferencia de aquel reclamo de "que se vayan todos", la gente vuelve a creer en sus representantes y los premia con el voto, aunque no necesariamente eso signifique librar cheques en blanco.
Este resultado, y el elevado nivel de participación popular, le otorgan a la República, además, un sólido fundamento para poder encarar las transformaciones pendientes, que no son pocas.
Para ello, la Presidenta deberá profundizar el interesante camino de llamado a la unidad nacional que realizó en los últimas días de campaña.
Ese sendero rendirá frutos sólo si se abandonan actitudes de sectores oficialistas que estuvieron más cercanas a un sectarismo que la Argentina debería borrar de un plumazo y para siempre.
Ahora, con semejante respaldo, el kirchnerismo -¿o acaso habrá nacido este domingo el "cristinismo"?- se enfrenta a una nueva oportunidad histórica, en la cual la oposición tendrá también una responsabilidad clave: avanzar en el siempre demorado camino de la construcción de la unidad nacional.