Por José Calero
Moyano habló de inflación y causó revuelo en la Rosada
10 de junio de 2011
En tiempos electorales las palabras pronunciadas por dirigentes con poder se potencian, y por eso llamó la atención que el jefe de la CGT, Hugo Moyano, haya sido tan enfático en usar un término que Cristina Fernández le prohibió mencionar a sus funcionarios: "Inflación".
El camionero, que tiene juego propio y no está a tiro de decreto de la Presidenta como sus empleados, parece decidido a marcar ciertos territorios, y en ese sentido la defensa del poder de compra de los trabajadores sería uno de los temas en
los que no está dispuesto a ceder.
Distinto es el caso del desdibujado ministro de Economía, Amado Boudou, un hombre demasiado dispuesto a decir que "sí" a cada orden de la Casa Rosada, y que hace malabarismos para no mencionar la palabra "inflación".
Moyano no sólo usó la palabra prohibida, sino que además le apuntó al corazón de una construcción cara para el kirchnerismo: "La inflación es el gran déficit del modelo", dijo el líder de la CGT ante estudiantes de una universidad privada.
No frenó allí, ya que además se involucró con los planes sociales y reclamó una rápida actualización de la Asignación por Hijo, una iniciativa de la oposición que el kirchnerismo, en su ya conocida reconstrucción de significados con fórceps, adoptó como propia, en buena hora.
En la Casa Rosada, obsesionada por que el escándalo con los Schoklender y las Madres de Plaza de Mayo no se termine llevando puesto a funcionarios del Ministerio de Planificación Federal o al propio Julio De Vido, las palabras de Moyano retumbaron con fuerza.
"Justo ahora que arrancamos la campaña porteña y se está por lanzar la Jefa este sale a darle letra a la oposición", mascullaba un secretario que frecuenta seguido Balcarce 50.
La inflación es uno de los puntos más vulnerables del "modelo productivo de inclusión social": atenta contra el crecimiento y licúa los esfuerzos que se vienen haciendo para tratar de sacar a un tercio de la población que permanece en la pobreza.
Igual, en el kirchnerismo están seguros de que las palabras de Moyano no fueron pronunciadas de casualidad.
Ocurre que el líder de la CGT -quien atravesará un convulsionado confederal después de las elecciones y podría ver peligrar su Jefatura- había ido el día anterior a la Casa Rosada a reclamar lugares para los gremios en las listas a legislador.
Moyano habló con el secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zannini, y le manifestó su inquietud por los "privilegios" que vienen teniendo los ambiciosos militantes de La Cámpora a la hora ubicar gente en las listas de legisladores en
todo el país.
El camionero no se habría ido conforme de esa reunión, en parte porque Zannini lidera la ofensiva final de los sectores ultras del kirchnerismo convencidos de que llegó la hora de ir por todo y "limpiar" el sistema político argentino de la
influencia de los caciques del conurbano y de algunos sectores sindicales, aunque esa estrategia de profilaxis aún no queda del todo claro en qué consiste.
En sus respuestas ante cientos de alumnos de la Universidad de Belgrano, Moyano se explayó lo suficiente sobre la inflación como para que no quedaran dudas de que estaba queriendo decir los que decía.
Incluso, mostró un conocimiento mayor que el que suele manifestar el ministro Boudou a la hora de hablar del comportamiento de los precios.
"La inflación es el gran déficit del modelo, es un problema y nadie puede negarlo. El 80 por ciento de los salarios de los trabajadores de más bajos ingresos va al consumo de alimentos. Nadie inventa", razonó.
Moyano reclamó también actualizar la Asignación Universal por Hijo -es de 220 pesos por mes- al exigir que "tiene que aumentar para acompañar la inflación que hay", y le metió más presión al gobierno.
El problema de la inflación tiene orígenes múltiples, como la disparada mundial del precio de los commodities, en el plano internacional, pero también el preocupante desfasaje entre el combustible que el gobierno le mete al consumo, y la capacidad
del aparato productivo para fabricar bienes y servicios con el volumen adecuado.
La especulación de los formadores de precios, que la persistencia de Guillermo Moreno no pudo controlar, es otro elemento clave del problema.
Desde la caída de la convertibilidad, el dólar (4,13 pesos) subió 310 por ciento mientras que la inflación real -no la del INDEC- fue de 360 por ciento, dando pie a otro de los desfasajes que muestra el "modelo".
Una pata del mismo problema es que el gasto público y la cantidad de dinero en circulación suben a un ritmo superior al 30% anual, mientras que lo mismo pasa con los salarios, en una carrera donde los más perjudicados son los empleados y los
pobres.
Por eso, todo indica que el gobierno que asuma el 10 de diciembre próximo deberá corregir sin demora los desequilibrios de un modelo que parece ir quedándose sin ideas y requerirá de volumen político y económico para reinventarse.