Por José Calero
Cristina ajusta el discurso para la reelección
15 de mayo de 2011
La presidenta Cristina Fernández viene machacando con la necesidad de llevar racionalidad a los reclamos gremiales y advirtiendo que el país no puede ser tomado de "rehén" por corporaciones sindicales, en lo que parece un claro intento de tranquilizar a sectores del poder económico hartos de los bloqueos y los piquetes.
La Presidenta repitió el pedido en sus últimos discursos, en embates que tuvieron como destinatarios principales a los gremialistas petroleros y a los aeronáuticos: "Me piden que siga, pero hacen todo para que esto se derrumbe", les reprochó.
A los primeros les recordó que tienen "buenos sueldos" gracias a este modelo económico, y a los segundos les reprochó que sigan haciendo paros a pesar de que su gobierno estatizó Aerolíneas Argentinas como reclamaban.
El tema de la conflictividad gremial viene siendo cuestión de agenda en la mayoría de los encuentros empresarios.
"Me gustaría que Hugo Moyano tuviera un poquito menos de poder", deslizó el titular de la UIA, José Ignacio de Mendiguren, luego de visitar a Cristina en la Casa Rosada.
¿Fue sólo una declaración o el tema había formado parte de la reunión con la jefa de Estado?
A los pocos días, Mendiguren dijo que votaría al Frente para la Victoria en octubre, es decir, el jefe de los industriales argentinos quiere que continúe este gobierno, pero sobre todo el "modelo productivo".
La Presidenta parece haber tomado nota de algunas inconsistencias del modelo, y estaría decidida a introducir algunas correcciones.
Es que la protesta social, que arreció durante la feroz crisis del 2001, parece haberse cristalizado para convertirse en moneda corriente en las principales ciudades del país, pero llegando a niveles insoportables en la Ciudad de Buenos Aires.
¿Cómo se explica que en un país donde el gobierno triplicó los subsidios sociales, de 85.000 millones de pesos en el 2007, a 220.000 millones en la actualidad, la protesta siga siendo una actitud cotidiana y la pobreza se mantenga en el 30 por ciento?
¿Acaso le inflación está haciendo polvo buena parte de los esfuerzos para mejorar la situación social de los argentinos?
¿A quién está beneficiando el crecimiento de la economía? ¿La creación de empleo, está llegando en forma horizontal a todos los sectores?
Son preguntas por ahora sin respuesta porque la estadística oficial elaborada por el INDEC se vuelve cada vez menos confiable.
¿Quedará algún argentino al que los precios le aumenten el 0.8 por ciento mensual del que quiere convencer un INDEC desacreditado e irritante?
Un dato refleja con fuerza otra de las inconsistencias del modelo: el país crece a tasas chinas pero la fuga de capitales no se detiene.
En los primeros tres meses de año la compra de divisas por parte de los argentinos totalizó los 3.676 millones de dólares, de los cuales apenas 550 millones fueron depositados en bancos del país.
El resto fue guardado "bajo el colchón", en cajas de seguridad, girado al exterior, o gastado en turismo en el exterior, de acuerdo a las cifras del Balance Cambiario difundidas por el Banco Central.
Es decir, la mayor parte de los dólares que los argentinos compran son para sacarlos de la economía formal, un claro signo de desconfianza que la Presidenta parece dispuesta a intentar revertir.