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Por José Calero
Tomar la decisión política más difícil, sin "El"
9 de enero de 2011
La llegada del 2011 hizo aflorar en la presidenta Cristina Fernández el vacío irremplazable que le dejó la muerte de su compañero de toda la vida, Néstor Kirchner, cuya ausencia se notará más que nunca cuando llegue la hora de tomar la decisión de ir o no por la reelección.

"2010 fue excepcional para el país, y el peor para mí", dijo la mandataria cuando, en cadena nacional y de riguroso luto, trazó un balance del 2010.

El entorno de la Presidenta, acotado más que nunca a familiares y personas de estrechísima confianza, ni se anima a abordar temas "sensibles" que la jefa de Estado deberá ir definiendo, creen, a partir de marzo o abril.

El principal es saber si está en su ánimo buscar la reelección -la opinión de sus hijos sobre esta cuestión estaría dividida-, algo que los funcionarios más audaces de su administración, como el canciller Héctor Timerman, buscan instalar como un "operativo clamor".

"Nunca estuvo más claro que esa decisión dependerá de la Presidenta, de nadie más", sostienen en la Casa Rosada.

De ese paso dependerá la suerte de la plana mayor del kirchnerismo, que ahora hasta imagina profundizar la construcción de una suerte de movimiento superador del propio peronismo, algo a lo que nadie se había animado aún en ese complejo partido fundado
por Juan Perón.

"El kirchnerismo es la etapa superior del peronismo", la alentó uno de los pensadores a los que Cristina más escucha.

A la cabeza del grupo de dirigentes a la expectativa de lo que defina la Presidenta aparece Daniel Scioli, "candidato natural" a presidente si Cristina dijera "no".

Scioli ya comenzó a trabajar en la reelección en la provincia de Buenos Aires y está convencido de que finalmente la Presidenta sacará fuerzas de donde sea para seguir liderando lo que entiende debe ser la profundización de este modelo.

El camionero Hugo Moyano, quien en los últimos días comenzó a reforzar su relación con el gobernador bonaerense, considera necesario contribuir para mantener el control político de la provincia de Buenos Aires, y por eso se reunió con Scioli a solas
esta semana.

En el horizonte de los dirigentes expectantes aparecen hombres como el senador Carlos Reutemann, el "eterno candidato presidencial" de la Argentina.

En medio de la soledad, las escenas del impactante funeral de Kirchner, con la gente pidiéndole cara a cara a Cristina que fuera por la reelección, tendrán su peso en la decisión final que adopte la Presidenta.

Se espera que sea cual fuese la determinación, Cristina no apurará los tiempos, por estilo personal pero también por conveniencia política.

Bajarse rápido de una candidatura sería transitar su último año de mandato con un poder en retirada, y lanzarse a destiempo la expondría a cruces furibundos de la oposición que la distraerían de los problemas, que son muchos, a los cuales deberá abocarse en este verano.

El mal humor social por las tomas de tierras, los faltantes de combustibles y billetes, y los cortes de luz en diciembre, le permitieron comprobar a la Presidenta que bastarían unos pocos contratiempos para perder gran parte de la volátil adhesión social obtenida en las semanas posteriores a la muerte de su esposo.

Por las dudas, sus funcionarios más cercanos insisten en hilvanar la estrategia habitual del kirchnerismo: cuando las cosas salen mal, hay que encontrar rápido a quién echarle la culpa.

Ocurrió con las tomas de predios (cuando se señaló a punteros macristas), con el faltante de combustible (por el cual la AFIP puso la mira en un complot de los estacioneros), los cortes de luz (que le pueden costar la concesión a una distribuidora), o los desmanes en Constitución (cuando se cargaron culpas sobre Luis
Barrionuevo).

Encuestas volátiles.

En la Casa Rosada se redujo el nivel de ebullición por el resultado de las encuestas.

Luego de que la imagen de la Presidenta alcanzara la cresta de la ola en noviembre, las últimas mediciones reflejan que existe un descenso en la consideración de la opinión pública que vuelve a poner las cosas más cerca del escenario anterior a la muerte del ex presidente.

La imagen positiva de Cristina había rozado el 57 por ciento en noviembre y cayó al 47% en diciembre, según la consultora Management & Fit.

El mismo descenso habrían detectado las consultoras habitualmente contratadas por la Casa Rosada, que en las últimas semanas se llamaron a un sonoro silencio.

La fuerza de una candidatura de Cristina por ahora radica más en la dispersión de sus oponentes que en la propia cosecha de votos, ya que en el escenario actual, le bastaría obtener 40 por ciento más un sufragio para ser reelecta.

Ningún dirigente de la raleada oposición supera, por estos días, el 15 por ciento de intención de voto, por lo que aparecen muy lejos de poder ubicarse a menos de 10 puntos para forzar un balotaje en caso de que Cristina no lograra el 45 por ciento.

¿Sólo problemas de crecimiento?

La falta de billetes y combustibles, y hasta la inflación son, desde la óptica del gobierno, problemas provocados por una crisis de crecimiento, y en el caso de la escalada de remarcaciones tiene el agregado de la especulación ejercida por los formadores de precios.

Así lo sostienen quienes llevan la voz cantante en materia económica, como el ministro Amado Boudou, la jefa del Central, Mercedes Marcó del Pont, y la ministra Débora Giorgi.

Desde esa lógica, lo que existe en la economía es una mayor demanda generada porque la gente está mejor, y por ello se producen algunos desacoples que pronto se corregirán.

La falta de billetes se sofocará cuando lleguen las partidas que insólitamente se mandaron a imprimir al Brasil.

El faltante de combustibles, al superarse al cuello de botella estacional ocurrido en diciembre.

Y la inflación, cuando la recomposición de márgenes de rentabilidad que venían retrasados por la menor actividad del 2009, terminen de concretarse.

En 2003 había en circulación 18.800 millones de pesos en papeles de 100; hoy alcanzan a $ 110.000 millones, el 90 % del circulante total: se multiplicó casi por seis.

En 2003, el 12,6 % del circulante estaba constituido por valores de entre 1 y 20 pesos. Ahora no llega ni a la mitad: es del 5 %.

Ambos datos son un ejemplo de que el proceso inflacionario en la Argentina es más profundo del admitido por el gobierno, y que la emisión crece a un ritmo imparable.

Por ahora, la orden de Cristina a la jefa del Central es clara: resistir todo lo posible la emisión de un billete de mayor denominación, sea de 200 ó de 500 pesos, al menos hasta las elecciones.

Lo contrario sería admitir oficialmente que hay un problema llamado inflación, y el reconocimiento público de las dificultades no forma parte del vocabulario político del kirchnerismo.