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Por José Calero
Kirchner: un liderazgo que deja muchas divisiones
26 de octubre de 2010
La conmocionante muerte del ex presidente Néstor Kirchner deja un sabor político amargo en una Argentina dividida.

Cultor de un fuerte liderazgo, Kirchner fue el Presidente de la recuperación económica y de la instauración de un modelo de poder concentrado que permitió concretar grandes avances, aprovechando también que los dioses eran propicios a la Argentina a partir del boom mundial de los alimentos.

Kirchner buscó transformar, a su manera, el país, dotando de mayor jerarquía a la Corte Suprema de Justicia, permitiendo reabrir las causas contra los represores durante la última dictadura militar, que habían sido cerradas por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, mientras en lo económico profundizó el camino iniciado por Eduardo Duhalde, al promover la competitividad mediante un dólar alto y tratar de instaurar un "modelo productivo", renegoció la deuda externa y canceló la que el país mantenía con el FMI.

También logró reeditar, y en algún punto incluso apropiarse, del peronismo, y sorprendió al desistir de una reelección cantada en el 2007, dejando paso a su esposa, la actual presidenta Cristina Fernández, para concretar así un "matrimonio presidencial" que funcionó casi a la perfección.

Kirchner fue el primer dirigente justicialista que, muerto Perón, logró crear una corriente de peso en ese partido y desarrollar su propio "ismo".

El menemismo se había desarrollado en los 90, pero nunca terminó de ser considerado parte del peronismo, sino que terminó siendo acusado de gobierno neoliberal por parte de las estructuras históricas del justicialismo, como los sindicatos.

Así, el "kirchnerismo" es un espacio que parece haber llegado para quedarse en la Argentina, y sólo el tiempo dirá si finalmente se logra mantener a partir de lo que Cristina Fernández y la dirigencia de ese sector puedan concretar.

El fuerte liderazgo de Kirchner y las profundas transformaciones encaradas en la Argentina -algunas para bien y otras muy polémicas y hasta negativas- dejan un trago amargo.

La sensación de que el patagónico puede haber dejado escapar la oportunidad de conducir a la Argentina a la República de la unidad nacional.

Al contrario, su prédica y convencimiento sobre la necesidad de jugar a todo o nada en cada mano que la política le presentaba, conlleva la paradoja de que, tras su prematura muerte a los 60 años, un país en crecimiento y con una democracia vigente desde hace casi 27 años, aparece dividido como en otras etapas complejas de su historia.

Haber aprovechado la oportunidad para hacer una gran convocatoria a la "unidad nacional", parece entonces ser la gran asignatura pendiente que deja la vida trunca de Kirchner.

Ojalá los argentinos estemos a la altura de la circunstancias y, en este momento de luto nacional, podamos retomar la ruta de los consensos, del diálogo, de la no agresión, para profundizar la República y la democracia.