Por José Calero
Demasiadas ganas de pelear con todo el mundo
15 de mayo de 2010
El Gobierno argentino, al menos desde que lo administra el kirchnerismo, apeló a la dialéctica del enfrentamiento permanente, ganando y perdiendo pulseadas que, en lo económico, a veces pueden terminar costando caro.
Una petrolera a la que se pidió boicotear, los mercados que "especulaban" contra el país, las calificadoras de riesgo, el FMI, Estados Unidos, los bonistas que no entraron al canje de deuda, los "monopolios", los formadores de precios, un prestigioso dibujante y hasta una historieta son apenas un ejemplo de esa extensa lista de "enemigos".
Una lista negra que Néstor Kirchner como primer caballero y su esposa Cristina como Presidenta, se ocupan a diario de ampliar en incansables actos que recorren la geografía de una Argentina cada vez más dividida.
La novedad, para llamarlo de alguna manera, es que esta vez la pelea llega por una medida que no existe en lo formal, pero que está provocando un conflicto de proporciones con los principales socios comerciales que tiene la Argentina: Brasil, China y Europa.
La orden no escrita de frenar importaciones que el pintoresco secretario Guillermo Moreno transmitió a los importadores y supermercadistas, ya desató cruces de tono subido con gobiernos que, a la hora de sentarse a negociar, defienden el interés de sus países y poco los puede intimidar cualquier bravuconada de las que soportan seguido los ejecutivos locales de distintos rubros.
Es un secreto a voces que múltiples embarques de distintos rubros `duermen` en la Aduana hace meses.
Un caso es el de las máquinas herramientas de la empresa Bahco, una compañía mediana que trae del exterior herramientas para la metalmecánica y la construcción.
No es el único, sólo una pequeña muestra para ponerle nombre y apellido, pero el freno a los embarques comenzó hace más de dos meses, e incluyó a muchos productos provenientes de China.
El gobierno comunista chino, cuya confianza demanda meses y hasta años ganar pero que lleva apenas segundos perder, dio un contragolpe durísimo, al cambiar el estándar de la calidad exigida para la importación de aceite de soja, que promete dejar casi
grogui a muchos exportadores locales.
A esto se suma Europa, otro fuerte importador de carnes y cereales, que atraviesa serios problemas financieros que Cristina se encarga de recordar cada vez que puede, para poner a los europeos como ejemplo de lo que no hay que hacer, lo cual es una
buena estrategia para la tribuna del "aplausómetro", pero pésimo para los negocios y la diplomacia.
Los problemas no terminan allí: Brasil, el máximo importador de autos fabricados en la Argentina, está siguiendo al detalle lo que ocurre con las trabas, y su ministro de Industria, Miguel Jorge, ya usó el término "represalia".
Tal vez Lula Da Silva difícilmente plantee este tema cara a cara con la presidenta Cristina Fernández, con quien mantiene una relación excelente, como también con Barack Obama y hasta con el líder iraní Mahmoud Ahmadinejad.
Lula juega en otra categoría y aspira no sólo a convertirse en secretario general de la OEA, sino a que su país termine de convertirse en una potencia mundial en pocos años.
Pero sus funcionarios, que actúan coordinados con la poderosa FIESP de San Pablo y otros sectores, son halcones entrenados en la protección de los negocios de su país y actuarán en consecuencia.
Por ahora, Cristina no decidió si seguirá dejando hacer a un Guillermo Moreno que, como elefante en un bazar, se mete en todos los temas y casi siempre termina con el `ojo morado`, como le ocurrió en la papelera Massuh, donde tras prometer el oro y el
moro a sus operarios, casi lo sacan a patadas por proponer el despido de 100 personas.
Moreno, quien ya fracasó con los controles de precios y la intervención del INDEC -entre otras cuestiones en las que se inmiscuyó-, cometió ahora un nuevo error, al dejar pagando a Amado Boudou, su jefe, y mantener discrepancias cada vez más notorias con el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, quien no comulga con la política del garrote del aguerrido secretario.
Los supermercadistas también están que trinan, y generó inquietud en las últimas horas una versión insistente que menciona el malestar del hipermercado Carrefour por supuestas trabas que estaría sufriendo para importar productos.
Hasta ahora no hay una norma escrita, sino presiones oficiales sobre supermercadistas y productores para que comprar alimentos en el interior.
Desde la COPAL, que nuclea a las poderosas alimenticias, plantea que esa política no tiene sentido, ya que la Argentina exporta diez veces más alimentos de los que importa, y las represalias pueden ser serias, además de fortalecer el efecto
inflacionario.
Pero a lo largo de su historia, a la Argentina la gobernó en diversas oportunidades el sinsentido y siguió adelante.
Tal vez ese antecedente la vuelva a ayudar otra vez.