Por José Calero
Un modelo agotado de control de precios
21 de febrero de 2010
Hace tiempo que los ciudadanos perciben que el discurso oficial sobre el comportamiento de la inflación transita un carril cada vez más alejado de la realidad de la gente cuando debe ir con su changuito al supermercado.
La manipulación de las estadísticas oficiales a costa de una estrategia sólo reconocible en regímenes distantes de valores republicanos, quedó al desnudo esta semana cuando una ex directora del INDEC lloró ante legisladores que no salían de su
asombro.
Fueron muchos tiempos de amarguras, presiones y maltratos los que Graciela Bevacqua debió soportar de un funcionario que hasta altura parece fuera de control, cebado por la carta blanca que parece haberle dado el poder.
Desde sus tiempos de secretario de Comunicaciones que sobre Guillermo Moreno se vienen tejiendo todo tipo de historias, la mayoría de las cuales están teñidas de una violencia que recuerda más a la locura de los 70 que a los tiempos más racionales que
los argentinos desearían vivir en pleno siglo XXI.
El último de sus exabruptos se lo adjudican sus enemigos dentro del Gobierno, que no son pocos.
Dicen que durante enero, cuando el caso Redrado se le había ido definitivamente de las manos al gobierno, se le escuchó decir al secretario de Comercio: "Ven, eso por no habermeló dejado a mí. Este muchachito se hubiese ido dándonos las gracias".
La frase, ya parte del folklore político nacional, como aquel corte de garganta televisado que Moreno le hizo al entonces ministro Martín Lousteau en pleno acto en Plaza de Mayo o el ingreso desencajado del secretario al mismo escenario acompañado
por "Acero' Cali, refleja un modo de construcción política que muchos ciudadanos desearían ver superado.
Esta semana Moreno volvió a aplicar la política del apriete tratando de ponerle límites a la suba de precios en la mayoría de los productos de la canasta básica, con cabeza en la carne.
Mientras, desde la Casa Rosada se dejaba crecer la curiosa versión de que una audaz jugada de organizados consumidores había encabezado un sofisticado sistema de boicot posibilitando contener la escalada en los precios.
En realidad, ocurrió algo muy distinto: el consumo de carne se desbarrancó 30 por ciento porque se modificó la forma de comprar ante el proceso de pauperización que sufren los bolsillos argentinos.
Así, en muchas carnicerías del cada vez más golpeado conurbano bonaerense la gente ya no compra por kilo, sino que le dice al carnicero que le venda "10 pesos de milanesa" o "5 pesos de carne picada", en una postal cruel del deterioro económico y social de
millones de argentinos corroídos por una escalada de precios que dispara los índices de pobreza.
Así, suenan a fuegos artificiales los "acuerdos de precios" impulsados por Moreno, como también el plan para comprar autos o el sistema de créditos hipotecarios que nunca funcionaron.
La economía de mercado tiene una lógica dominada por la oferta y la demanda, y cuando los bienes y servicios que se ponen sobre la mesa escasean, los precios se disparan.
Ante esa realidad el Estado puede intervenir para evitar abusos, pero su rol principal es recrear las condiciones de confianza y seguridad jurídica para que los agentes económicos decidan invertir.
El Gobierno nunca lo quiso entender y ahora paga los platos rotos de años de una política errática en materia agropecuaria, donde estuvieron ausentes los incentivos para producir y durante la cual, en especial a partir de la llegada de Cristina Kirchner a la Casa Rosada, el campo se convirtió en el enemigo destituyente, cuando conforma un pilar insustituible de la economía nacional.
La entuasiasta Mercedes Marcó del Pont quiere poner al Banco Central al servicio de la producción, en una jugada de altísimo riesgo que por ahora encierra más dudas que certezas. ¿No era el rol que iba a cumplir el Banco de Inversión y Comercio Exterior
(BICE)?
El problema es que no hay plata para financiar las inversiones que hacen falta y el Gobierno, que ya echó mano de los fondos de los jubilados, incluidos los del PAMI, ahora considera que se deben usar las reservas del BCRA.
Marcó del Pont no lo impedirá, porque es una de las impulsoras de esa estrategia junto con toda la línea de economistas heterodoxos a quienes se instruyó con una verdad política brutal: sin un 2010 con crecimiento económico, olvídense de un
futuro en el 2011.
Así, como admitió el propio ministro Amado Boudou, el kirchnerismo se prepara para seguir echando mano de los recursos que hagan falta en caso de que el Congreso pueda darle un cachetazo a su pretensión de ir por las reservas del BCRA.
Si eso finalmente ocurre, se continuará apelando a la ANSeS, al PAMI, al Banco Nación o a lo que sea necesario con tal de evitar que el panorama económico termine de complicarse ante un eventual incumplimiento en el pago de deuda, que rife las
chances de la Argentina de obtener crédito de la comunidad internacional.