Por José Calero
Un estado de crispación permanente y preocupante
12 de enero de 2010
Acostumbrado a ganar durante años, el matrimonio Kirchner parece haber ingresado en un estado de crispación permanente luego de que el campo se animó a hacerle frente y, no sólo eso, sino que le hizo morder el polvo de la derrota en el Congreso gracias al "voto no positivo" de Julio Cobos, y luego la gente le dio la espalda en las legislativas.
Las razones de por qué Cristina Kirchner desaprovechó una oportunidad para la Argentina de encabezar un gobierno de unidad nacional habrá que buscarlas en los libros de historia, pero la sociedad ya no cree en la teoría de la "conspiración permanente" que intentan sostener desde Olivos para justificar una serie de desaciertos.
En lugar de construir un Gobierno de consensos y fortalecer las instituciones como había prometido, Cristina, mal asesorada por su marido y "Primer Caballero" Néstor Kirchner, se dedicó a equivocar el camino y en vez de construir políticas de consenso, fue perdiendo aliados en su primera mitad de mandato hasta quedar cada vez más aislada a nivel nacional e internacional.
En vez de escuchar las críticas, el Gobierno se fue rodeando de adulones que practican el "sí kirchnerismo", y así perdió a la mayoría de los funcionarios que podían aportar materia gris para el cambio.
Tampoco son creíbles los trascendidos que hace circular con insistencia la usina de rumores de la Casa Rosada, por la cual, cuando una política resulta adversa, la Presidenta aparece llamando a funcionarios para retarlos con el argumento de que "Ustedes me metieron en este desastre, ahora me lo arreglan".
Con una oposición débil, el Gobierno fue perdiendo credibilidad más por errores propios y una soberbia desbordante, que por virtudes ajenas.
Si la Casa Rosada no entiende ese simple análisis a tiempo, los últimos años de gestión de Cristina seguirán siendo los de la crispación y el conflicto, dos pobres prácticas que muchos ciudadanos argentinos ya castigan siéndoles esquivos con su voto.