Por José Calero
Caprichos K complican la economía argentina
17 de octubre de 2009
Si el mercado la semana pasada tenía dudas sobre el rumbo económico de la Argentina, las sospechas de que ni Amado Boudou ni Martín Redrado pueden tomar la más mínima decisión sin aval de Néstor Kirchner terminaron de encender luces rojas en el
horizonte de los inversores.
El voluntarioso ministro de Economía tenía casi todo listo para que la Argentina anunciara su trabajoso regreso al mundo, dando un primer paso con los monitoreos del FMI sobre la economía local.
Pero no fue posible porque Kirchner ordenó bajar los decibeles, ya que considera inaceptable ver publicado en la tapa de los diarios que la Argentina vuelve al Fondo luego de despedirlo casi con desprecio.
Por eso, tal vez se deba entonces esperar a que el kirchnerismo complete su estrategia de poner cada vez más controles sobre los medios de comunicación, para cerrar un acuerdo con el FMI y que al otro día, en un eventual "diario de Yrigoyen", aparezca en la última página o, tal vez mejor, directamente ni se mencione.
Después de todo, así ocurrió en Santa Cruz, donde al otro día de la derrota electoral del 28 de junio la tapa de los diarios locales fue la condena de la presidenta Cristina Kirchner al golpe en Honduras -un hecho importante desde ya- mientras que nada se dijo de la caída en las urnas, tanto en los principales distritos del país como en la mismísima Santa Cruz.
Es con ese esquema casi surrealista que los funcionarios más serios de la órbita económica deben convivir a diario: lo que para el mundo sería un logro, para los `jefes` de Olivos puede significar arriar una bandera. Y de ahí al despido destemplado
puede existir un solo paso.
Ese no es el único problema que desvela a la economía: la instrucción de la Casa Rosada es que cuando los técnicos del FMI lleguen a la Argentina, si eso alguna vez ocurre, no tomen contacto ni con la oposición ni con técnicos independientes.
Apenas que se manejen con la información oficial del INDEC, el organismo que cayó en su descrédito más grande desde que el dictador Juan Carlos Onganía ordenó su fundación en 1968.
Disimular la inflación, esconder la pobreza, subestimar la caída de la economía, sobredimensionar el rebote de la industria, todo vale en la `guerra de las estadísticas` librada por un Gobierno que parece estar pensando demasiado en el 2011 como para poder solucionar los problemas del 2009.
En los pasillos del Palacio de Hacienda admiten que lo del FMI se enfrió -por no decir quedó congelado- a la espera del marcial visto bueno de Olivos.
Sin retorno al Fondo Monetario, el acuerdo con el Club de París quedará para otro momento, y esos 7.700 millones de dólares seguirán siendo una asignatura pendiente, que tal vez deba solucionar el gobierno próximo.
Por eso, Boudou parece decidido ahora a concentrarse en la posibilidad de avanzar con una salida para la deuda de 24 mil millones de dólares con los bonistas que se quedaron fuera del canje de 2005, los `holdouts`.
En el mercado dicen que es "ahora o nunca", porque los fondos `buitres` que tienen bonos argentinos en default quieren escapar y, con poca plata, se podría alcanzar un acuerdo.
Redrado, por su parte, aprovechará los sobrantes de dólares en el mundo para tratar de recomponer las reservas, una estrategia que está dando resultados positivos, ya que en los últimos 30 días subieron en más de 700 millones de dólares.
El mayor ingreso de divisas que dejará la soja permitirá, se cree, que desde ahora hasta fin de año el precio del dólar se clave en torno a los 3,85 pesos.
Mientras la Argentina especula para ver si alguien le presta una moneda -porque aquello de "vivir con lo nuestro" es de poco vuelo y suena ingenuo para un país que vivió en el desquicio económico durante décadas- Brasil acaba de emitir un bono a 10
años, ofreciendo una tasa de 5,8 por ciento, por 1.000 millones de dólares, y le ofertaron siete veces más de lo que pensaba conseguir.